La virtud tiene su recompensa
Tener un buen gobierno comenzará a ser más importante a partir de ahora en América Latina. Durante la última década, el dinero fácil y el auge de los recursos naturales permitieron que los malos gobiernos funcionaran, igual que los buenos. Ahora, con los precios de las materias primas estancados y las tasas aumentando, los regímenes que respetan los derechos de los inversores y la propiedad, y que a la vez gastan dinero y asignan capital con prudencia, deberían superar a aquellos vecinos que han sido menos disciplinados.
América Latina ha tenido un buen siglo XXI, principalmente debido a un aumento prolongado en los precios de las materias primas en la década que terminó en 2011. Como resultado, las naciones con gestiones más libertinas como Argentina y Venezuela, y las derrochadoras como Brasil, fueron capaces de prosperar casi tanto como las gestionadas de forma más conservadora como Chile, Colombia y Perú. Solo en México, donde las materias primas representaron menos del 20% de las exportaciones en 2012 (en comparación con alrededor del 60% en Brasil), no pudieron beneficiarse mucho de la subida de los precios.
Ese auge ha llegado a su fin, los precios de los metales y las materias primas agrícolas experimentaron un descenso del 10% desde diciembre de 2011, de acuerdo con uno de los índices de Thomson Reuters. Por consiguiente Venezuela, Argentina y Brasil se enfrentan a dificultades, que además se intensificarán en 2014 a falta de una recuperación de los precios de los productos básicos.
Venezuela, en particular, depende en gran medida de que el petróleo mantenga un precio de 100 dólares por barril, lo que provoca que cada caída de un dólar en el precio medio del crudo le cueste al país cerca de mil millones de dólares de efectivo. Cualquier disminución reduciría los fondos que fluyen hacia el gobierno y haría que su posición fiscal y de pagos fuera difícil.
América Latina ha tenido un buen siglo XXI por el aumento de precios de las materias primas
En el tercer trimestre, el PIB de Brasil se contrajo un 0,5%, los tipos de interés se han aumentado seis veces desde abril; el gasto público sigue creciendo, la deuda de los consumidores es alta, y el déficit por cuenta corriente de los últimos 12 meses es del 3,7% del PIB. El modelo de financiación estatal que Brasil ha seguido este siglo está en peligro. El próximo año podría darse una confrontación desagradable entre los responsables políticos de Brasil y la realidad del mercado. Con la moneda aún sobrevaluada en una base de poder adquisitivo, es posible que haya una mayor debilidad real.
Otros países que dependen de los recursos deberían sufrir menos. El principal producto que exporta Chile, el cobre, está mostrando un relativa fortaleza de precios. Por otra parte, el país tiene poca deuda y un fondo de estabilización de 15.000 millones de dólares para amortiguar una recesión. Esto le da a a presidenta entrante, Michelle Bachelet, algo de espacio para responder a las demandas de reformas.
Colombia depende mucho del petróleo, pero su balanza de pagos ha mejorado en los últimos trimestres y su gobierno es pequeño, con un presupuesto cercano al equilibrio. La balanza de pagos de Perú está en déficit, pero sus exportaciones están más diversificadas que las de Colombia y su presupuesto logró un superávit en 2012 y se mantuvo equilibrado en 2013.
El esquema podría ser México, que se beneficiará de manera desproporcionada del crecimiento de Estados Unidos, su liberalización del mercado y la inversión manufacturera extranjera. Como la economía latinoamericana menos dependiente de la materias primas, con la mejora alcanzada en su gobierno con Enrique Peña Nieto y un sector del petróleo que finalmente se abre al mundo, México finalmente podría eclipsar a sus vecinos del sur.
Teniendo en cuenta que el auge de las materias primas se queda fuera del camino, aquellos que inviertan en la región tendrán que distinguir cuidadosamente.
La pareja de comercio más simple puede ser la mejor: ponerse largo con el peso mexicano y corto con el real brasileño. Con la economía de Estados Unidos reviviendo y la de Brasil sufriendo tanto debilidad económica como incertidumbre política, los dos lados de la apuesta parecen atractivos.