El reto de ser un número uno
Solo tres meses después de abandonar su papel de número dos en Renault, el próximo presidente de PSA cumple su ambición de liderar un gran grupo automovilístico
El exceso de ambición no siempre está bien visto, sobre todo cuando alguien reconoce públicamente que su cargo actual se le ha quedado pequeño. Pero, una vez que esa ambición queda satisfecha, pueden extraerse algunas conclusiones: que probablemente el protagonista tenía razón y está preparado para dar un paso adelante en su carrera y, la principal, que nadie enseña sus cartas sin tener la mano asegurada. Carlos Tavares (Lisboa, 1958) se convertirá en el próximo presidente de PSAPeugeot Citroën, cargo al que accederá después de dejar Renault hace apenas tres meses. Mano ganada.
Hasta verano director general de operaciones, Tavares pasaba por ser la mano derecha de Carlos Ghosn, presidente de la alianza Renault-Nissan, en la marca del rombo. Discurría la última semana de agosto cuando este portugués de nacimiento, pero educado en el Liceo Francés de Lisboa y formado en París desde los 17, hacía pública su salida de la empresa, en principio de mutuo acuerdo, para “emprender nuevos proyectos”. En el trasfondo resonaban las declaraciones que 15 días antes Tavares había pronunciado en una entrevista a la agencia Bloomberg, y que no sentaron demasiado bien en la marca gala: “Cualquiera al que le apasione la industria del automóvil llega a la conclusión de que hay un momento en que tienes la energía y la ambición de optar a ser un número uno”. Cerrada la puerta de la presidencia de Renault, toda vez que Ghosn no da signo alguno de flaqueza, se abrían las opciones:General Motors, Ford... y finalmente PSA, rival natural e histórico de Renault.
Podría sonar a traición o revanchismo, pero lo cierto es que, como decía a Bloomberg, Tavares es un apasionado del automóvil. Ingeniero con gran expediente por la École Centrale de París, por sus venas corre la sangre de un piloto que no ha podido cumplir su gran sueño de competir a nivel profesional. Sin embargo, tuvo la suerte de canalizar su gran pasión por la conducción hacia su labor profesional. En 1981 entraba en Renault para participar en el desarrollo del R19 y de la segunda generación del Clio. Envuelto siempre en programas de desarrollo de los automóviles de la marca francesa, el gran paso adelante de Tavares llega a finales de los noventa, cuando se encarga del proyecto de la segunda generación del Mégane, que se convertiría en un emblema para la compañía.
Por aquella época se fraguó una de las operaciones corporativas más importantes de los últimos años en el sector: Renault adquiría el 36,8% del capital de Nissan, formando una alianza que le convertía en el cuarto fabricante mundial de automóviles. Entonces, un Carlos Ghosn que ya era vicepresidente ejecutivo de Renault pasaba a gestionar los designios del constructor japonés como director general. Viendo el éxito del Mégane desarrollado por Tavares, el ejecutivo brasileño le fichaba para la consolidar el negocio de Nissan en EEUU: primero, desde 2005, como vicepresidente ejecutivo, y después, a partir de 2009, como máximo responsable.
La receta del éxito de Tavares, de piloto de pruebas de los prototipos de Renault a presidente de PSAPeugeot Citroën, la marca una profesionalidad y un nivel de exigencia innegociables. En el despacho, la sangre de piloto da paso a su mentalidad de ingeniero, no dejando nada al azar y llevando un control minucioso de los proyectos en los que trabaja con sus equipos. Una exigencia con sus trabajadores que también aplica para sí mismo, involucrándose como uno más, pero que no le impide ejercer como un jefe cercano y transparente.
Pasión por su trabajo y dedicación, dos ingredientes que le sobran a Carlos Tavares y que tan necesarios resultan, a día de hoy, en su nueva empresa.
Como presidente de PSA, Tavares tendrá que impulsar el proceso de reestructuración que la compañía acomete tras tocar fondo en 2012, ejercicio que cerró con pérdidas de 5.000 millones de euros. Una reestructuración que ha provocado el cierre de una fábrica francesa, la de Aulnay, y la supresión paulatina de hasta 8.000 puestos de trabajo en el país galo. La crisis de ventas en sus principales mercados, Francia, España e Italia, le ha obligado a buscar recursos en otros continentes, y en el primer semestre ya mostró importantes avances para sus dos marcas en Latinoamérica o China. Pero aún queda camino, no exento de obstáculos.
Para garantizar la viabilidad del grupo, el Gobierno francés extendió garantías milmillonarias a la financiera del grupo, Banque PSAFinance, para que esta pudiese ofrecer mejores condiciones de venta de sus vehículos y así animar las matriculaciones. Una medida investigada por la Comisión Europea, que finalmente dio su visto bueno al paquete de ayudas estatales.
Un primer paso para la tranquilidad, alterada en la última semana con Carlos Tavares como protagonista involuntario. Su llegada supone la salida del hasta ahora presidente de PSA, Philippe Varin, de 61 años, en el cargo desde 2009. Una gestión que coincide en el tiempo con los últimos años de dificultades del grupo, dentro de un contexto de caída del mercado del automóvil en Europa. Pero su indemnización por abandonar su cargo ha provocado un gran debate en Francia. Varin tenía pactada una compensación de 21 millones de euros, cifra que muchos consideraban inaceptable, tratándose de una compañía con importantes pérdidas y que ha necesitado de la cobertura del Estado para poner las primeras piedras de su recuperación. Y que, como se ha indicado antes, incluye la salida de varios millares de trabajadores. La compensación había sido aprobada en 2010, y Varin ha decidido renunciar a ella “por la polémica generada y por la necesidad de unir y no de dividir”.
ACarlos Tavares le toca poner paz y tranquilidad en una compañía emblemática de Francia y del sector del automóvil. Su aire fresco y sus ganas de demostrar que está preparado para ser un número uno garantizan que, al menos, en 2014 llegarán vientos de calma.