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Columna
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La evolución del activismo del BCE

Es como si el inesperado recorte de tipos del Banco Central Europeo nunca hubiera existido. En dos semanas, los mercados parecen no tener en cuenta ningún estímulo de la política monetaria para el futuro previsible. Tal vez los inversores no crean que las personas clave del BCE pueden cumplir con los compromisos de hacer más si es necesario. Si es así, se están perdiendo algo. La mayoría está empezando a gobernar en el BCE.

Tradicionalmente, el banco central no se ha movido sin casi unanimidad. Sin embargo, su Consejo de Administración se pronunció en contra de reducir los tipos de interés en un cuarto de punto porcentual en noviembre, y prefirió esperar a que hubiera más pruebas económicas, según una fuente. Entre los disidentes estaban Jens Weidmann, presidente del influyente banco central alemán.

Es cierto que desde dentro de la institución insisten en que la diferencia de opinión se refería solo a cuándo recortar el precio del dinero, en lugar de sobre si la política debía relajarse por completo. Es posible que la decisión de anular los puntos de vista de una minoría significativa no sentara un precedente en un tema más importante, por ejemplo, la decisión de iniciar la compra de activos –idea sugerida por el economista jefe del BCE, Peter Praet–.

Los mercados no están valorando la posibilidad de que la tasa de depósito se sitúe por debajo de cero

Sin embargo, los precios de mercado parecen excesivamente complacientes. El euro cotiza ahora más alto que el día previo al recorte de tipos, mientras que la rentabilidad de los bonos alemanes ha invertido parte de la caída inspirada por la flexibilización. Los mercados no están valorando la posibilidad de que la tasa de depósito se reduzca por debajo de cero, lo que sería otra política de estímulo.

Bajo la presidencia de Mario Draghi, el BCE ya ha demostrado ser más flexible y veloz de lo esperado. La feroz resistencia del Bundesbank no impidió la elaboración de un plan de compra de bonos que frustró la especulación de que una crisis de deuda en espiral podría romper el euro. Ello no evitará que el banco central explore otras aguas desconocidas, si está realmente preocupado por la baja inflación y la débil actividad económica.

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