EEUU: la misma casa, sueños diferentes
El pasado 16 de octubre, el Congreso estadounidense logró un compromiso de última hora para reanudar las actividades del Gobierno y evitar la suspensión de pagos de la deuda, que hubiera tenido repercusiones desastrosas para la economía mundial. Desafortunadamente, el acuerdo es temporal y no hace más que retrasar la solución del problema. El fondo se agota el próximo 15 de enero y el endeudamiento, el 7 de febrero. Por tanto, si los partidos políticos no logran un compromiso duradero en los próximos meses, volveremos a ver la misma telenovela a principios de 2014.
De acuerdo a nuestras estimaciones, el cierre del Gobierno durante 16 días redujo el crecimiento económico en el cuarto trimestre de 2013 en alrededor de 15.000 millones de dólares. Lo anterior refleja la caída en los ingresos de los servidores públicos y pagos a proveedores, la desaceleración en la contratación laboral y el menor ritmo de actividad turística e inmobiliaria. En su mayoría, estos costes podrían revertirse parcialmente en los próximos meses. Existen otros costes menos evidentes que podrían ser más perjudiciales. Primero, el impacto negativo en la confianza de los consumidores y de las empresas podría generar mayor cautela y, en consecuencia, una ralentización del consumo, la inversión y el empleo. Segundo, el daño a la credibilidad del país a nivel internacional podría incentivar a los inversores extranjeros a reducir su exposición al dólar, dañando su estatus de moneda de reserva global. Finalmente, la falta de una solución integral a las presiones fiscales limita el crecimiento potencial de la economía. De hecho, el gasto federal en investigación y desarrollo como porcentaje del gasto total y del PIB se encuentra en su nivel más bajo en al menos cinco décadas.
La falta de acuerdo refleja un nivel de polarización política que viene acentuándose desde la década de 1970. Por ejemplo, el número de congresistas de perfil más moderado en la Cámara de Representantes se encuentra en su punto más bajo desde 1907, mientras que en el Senado la cifra es la más baja desde al menos 1879. Esta polarización obedece a varios factores: la mayor desigualdad de la renta, el aumento en la edad media de la población, el reequilibrio entre la población local y extranjera y los cambios en la configuración de los distritos electorales, que han reducido la competencia entre partidos. Así, alrededor de 90% de los miembros de la Cámara de Representantes proviene de distritos dominados por un solo partido. Por tanto, es difícil anticipar que ambos bandos suavicen su postura en el corto plazo para alcanzar un acuerdo que mejore la asignación del gasto público, aumente la eficiencia del mismo y garantice la estabilidad fiscal en el largo plazo.
No obstante, el hartazgo con la clase política también ha alcanzado niveles máximos. En una encuesta reciente, el 74% de los votantes registrados querrían ver a los actuales miembros del Congreso derrotados. Esto podría incentivar un compromiso de mayor alcance, considerando que en 2014 se llevarán a cabo intermedias. Este acuerdo deberá hacer frente a las crecientes presiones fiscales derivadas de los programas de salud y pensiones, el envejecimiento poblacional y el elevado nivel de endeudamiento del Gobierno federal. Además, es prioritario implementar una reforma fiscal integral para eliminar exenciones y distorsiones, reducir las tasas impositivas y simplificar el régimen administrativo. En este entorno, la Reserva Federal (Fed) seguirá actuando con cautela. En septiembre pasado, ante la debilidad económica y los elevados riesgos fiscales, el Fed decidió postergar la reducción de compra de activos que actualmente suman 45.000 millones de dólares mensuales de bonos del Tesoro de largo plazo y 40.000 millones de dólares de bonos hipotecarios. Además, el Fed mantuvo su estrategia de reinvertir los pagos de capital que recibe por dichas inversiones.
Asimismo, el cierre del Gobierno retrasó la publicación de varios indicadores económicos y orilló a la Fed a mantener su postura sin cambio en la pasada reunión del 29-30 de octubre. Por ende, la fecha más próxima para anunciar un cambio de estrategia sería en la reunión del 17-18 de diciembre. Esto dependerá principalmente de tres factores: la fortaleza en el ritmo de creación de empleo, la tendencia de la inflación y la capacidad del Congreso para acordar un presupuesto para 2014. En caso de que la recuperación económica no se perciba sólida y sostenible, la Fed retrasaría un cambio en su postura de política monetaria hasta el próximo año.
Nathaniel Karp es Economista Jefe para Estados unidos de BBVA Research