Los beneficios como motor de la economía
A falta de conocer los resultados empresariales de media docena de corporaciones cotizadas en el Ibex 35, un balance de urgencia revela que el negocio está a punto de emprender la recuperación con un cambio de tendencia en las ventas, que el beneficio neto ya crece, aunque sea modestamente, y que la estimación para fin de año y para 2014 es manifiestamente más optimista que los números actuales. El fuerte anclaje de las grandes compañías en los mercados exteriores, el ajuste de los niveles de endeudamiento y la mejora significativa de los niveles de competitividad tras los cambios del mercado laboral y la devaluación interna de costes que lleva aparejada, han logrado estabilizar las cuentas de las empresas en los nueve primeros meses del año y prepararse para una recuperación nada despreciable en los próximos trimestres.
Es verdad que los números negros de las grandes cotizadas están distorsionados por la banca, con presencia muy fuerte en el índice bursátil, que ha disparado un 70% los beneficios por la ausencia de nuevas provisiones millonarias frente a las realizadas el año pasado, y que supone que uno de cada tres euros computados como beneficio neto sea fruto del negocio bancario. Pero dado que también son empresas y tienen accionistas que esperan retornos, deben ser convenientemente consideradas. Mirando el resto de las sociedades se observan caídas en las ventas por la debilidad del mercado español, pero ya con datos modestos y seguramente marginales, a juzgar por las previsiones que los expertos manejan para el año próximo, donde apuntan ya un pequeño avance del consumo privado.
En los últimos años, las corporaciones han hecho los deberes. Unas con más aplicación que otras, pero todas han ajustado sus balances, han reducido sus costes de explotación y han buscado el equilibrio del endeudamiento para que sea soportado por sus negocios sin generar quebraderos de cabeza adicionales. De hecho, la gran mayoría de las firmas, financieras o no, han activado la búsqueda de financiación más barata en los últimos meses, aprovechando la bajada de los tipos de la deuda pública, la que marca los criterios de financiación para las empresas marca España, y la mejora lenta pero muy intensa de la percepción financiera que los inversores internacionales tienen sobre España y su futuro económico.
En paralelo a este giro radical de los inversores externos, que contrasta sobremanera con el pesimismo destructivo de hace poco más de un año, el sector financiero, el sano y el dañado, han puesto los medios para poder abandonar el rescate bancario iniciado en la primavera de 2012, y que es la mejor de las señales para identificar si quien tiene que bombear la financiación doméstica de proyectos empresariales y de particulares está definitivamente en disposición de hacerlo. Con la excepción de la franja hipotecaria, de la que se mantendrán alejados por una temporada aún larga, los bancos comienzan a abrir la espita del crédito para actividades empresariales y de consumo, y deberían hacerlo de forma más explícita en 2014. No hay muchas otras opciones de financiar el crecimiento, puesto que las posibilidades del ahorro son escasas, y sin él la tendencia iniciada por los beneficios de las empresas puede verse truncada antes de enraizar.
Del buen comportamiento del beneficio dependen demasiadas cosas: la garantía del empleo actual y la oportunidad para el nuevo, la reinversión en más proyectos, y la atracción de capitales para explorar ambiciosos planes de actividad productiva, no financiera, que devuelvan al menos una parte de los niveles de riqueza que España logró antes de la crisis. Y que lo haga sin acumular los desequilibrios de antaño en paralelo a la limpieza de los que aún persisten.
Pero también dependen del beneficio y su carácter sólido y creciente los ánimos de los inversores, institucionales y particulares, que hacen sus apuestas en los mercados de renta variable y esperan revalorizaciones razonables vía dividendos. Para ello, además de concluir cuantas reformas ha iniciado el Gobierno para remover obstáculos, abaratar costes y favorecer el emprendimiento, deberá movilizar la fiscalidad para intensificar tales políticas, que deberán ser completadas con estabilidad y moderación, y a ser posible reducciones adicionales, en todos los costes: financieros, energéticos, laborales y fiscales.