Francia incumplirá, pero no pasa nada
El gobierno francés no cumplirá su objetivo de reducir el déficit presupuestario al 3% del PIB en 2015, según las últimas previsiones de la Comisión Europea. Algunas voces volverán a pedir a la Comisión que muestre algo de arrojo y se atreva a disciplinar a una de las grandes potencias de la UE por una vez. No sucederá, por razones políticas. Pero no debería ser así –por razones económicas–.
La economía de Francia apenas vuelve a crecer. François Hollande, el presidente socialista, parece paralizado e impotente apenas 18 meses después de asumir el cargo. Los empresarios están deprimidos por los torpes intentos del gobierno por gravar todo lo que todavía se mueve, lo cual contradice directamente la promesa de Hollande de una “pausa de impuestos”.
Los sucesivos gobiernos mostraron cierta rectitud fiscal. Mientras el objetivo de Bruselas se ha aplazado –de 2014 a 2015 a puede que más tarde– el déficit estructural se ha reducido en un 1% del PIB cada año desde 2010. Esto es un ajuste brutal. Ha habido demasiadas subidas de impuestos y muy pocos recortes de gastos, pero los resultados están ahí.
La economía francesa se está recuperando de la austeridad que imperó en Europa durante tres años
El principal es que la economía francesa, como la de toda la zona euro, se está recuperando de la austeridad que sirvió como única política europea durante los últimos tres años. La recesión fabricada en Bruselas ha hecho casi imposible introducir las reformas que necesita el país –como la liberalización de los servicios, o el control de la hinchada máquina estatal–.
Al igual que España, Francia necesita que el crecimiento se reforme, y reformas para crecer más. Pero no puede hacerlo con una camisa de fuerza fiscal.
La rentabilidad de los bonos franceses es históricamente baja y el país se financia a precios más baratos que Reino Unido o Estados Unidos. De acuerdo con algunos indicadores, la competitividad del país ha frenado su erosión, y está recuperando por fin cuota de mercado mundial. Una economía reticente al crecimiento y un gobierno débil son ya enormes retos. Francia no necesita un objetivo fiscal absurdo, artificial y aritmético.