España vuelve a hacer llorar a sus pinos
La segoviana Resinas Naturales lidera la recuperación de un sector olvidado
Colofonia y aguarrás fueron dos palabras muy comunes en decenas de pueblos españoles hasta los años sesenta, cuando España y Portugal mandaban aquí y fuera en la producción de resina que se utilizaba para fabricar barnices, pinturas, la tinta de los periódicos, proteger el casco de los barcos navieros e, incluso, como anécdota, las botas de vino.
Miles de pinos resineros, casi todos en Castilla y León, alimentaron un sector pujante y exportador, hasta que China empezó a despertar. En los noventa, el país asiático ya se había puesto de pie y forjaba su papel de fábrica del mundo, con manos muy baratas respecto a las europeas. “El mercado aquí se hundió, las fábricas españolas no habían apostado por tecnología, y aunque era un producto que daba dinero, en cuanto alguien bajó los precios, no pudo seguir”, cuenta Francisco Revilla, cofundador de Resinas Naturales, una de las empresas que está recuperando el sector de la resina en España.
Desde su creación en octubre de 2010, la compañía ha pasado de 100 resineros a cerca de 400, que trabajan cada año, de marzo a noviembre, en la temporada de recogida de resina, y Revilla y su socio han presentado un plan al Gobierno de Castilla y León para emplear a 2.000 personas.
“El año pasado una televisión hizo un reportaje sobre nosotros y al día siguiente recibimos 2.600 llamadas de gente de toda España dispuesta a trabajar”, cuenta Revilla, quien dejó su empleo en el sector ferroviario animado por su socio, que le persuadió del buen momento del sector por la subida de precios de China. Ellos ahora están empezando a absorber su producción, tienen un mercado cada vez más fuerte.
Europa consume unas 300.000 toneladas de resina anuales y España apenas produce entre siete y ocho millones de kilos de resina, lo cual abre camino a los resineros aquí, aunque los nuevos ya no conocen el oficio.
Cuando la compañía llegó a Cuéllar (Segovia), uno de los núcleos tradicionales de la resina en España y donde ha instalado su fábrica, “solo quedaban unos 15 o 20 resineros, y se pagaba mal”. El precio por kilo recogido era 0,63 euros. Ellos subieron a 1,05 euros y hoy pagan entre 0,95 y 1 euro, “con perspectiva de que suba el año que viene”, prevé Revilla. “Con la crisis ha venido mucha gente del sector de la construcción que se había quedado sin trabajo. Nosotros estamos invirtiendo en tecnología para que el pino dé cada vez más resina y la gente pueda cobrar más, y se queden”, asegura”.
La empresa alquila los pinos a los ayuntamientos y cada uno de sus 350 operarios explota 5.000 pinos en toda España. “Es un trabajo que requiere formación, nosotros estamos impartiendo cursos en muchos lugares gracias a la buena marcha de las ventas [casi todo se exporta]”. La compañía, con 25 empleados fijos, está a punto de inaugurar nueva sede y planta de transformación de la miera para empezar a fabricar “derivados que ahora mismo no existen y que creemos marcarán el futuro del sector”, dice seguro Revilla.
Multinacionales de India, Brasil o China están entre los clientes de la empresa segoviana, que comienzan a exigir certificados que garanticen productos de origen natural, “una fiebre que en el norte de Europa es ahora muy fuerte por el auge de la construcción de casas de madera, y quieren barnices y pinturas lo menos sintéticas posibles”.
Cera depilatoria, chicles, las cuerdas de los violines o la capa brillante que envuelve a las naranjas son algunos de los productos que más venden en este sector. Otros, como la protección de algunos tipos de barcos, siguen recurriendo a las mezclas sintéticas, por precio, aunque con el aumento de oferta que vive la miera y la rebaja de precios, quizá también esto cambie.