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Zapatero no contestó al BCE

La famosa carta del BCE al presidente del Gobierno español en el verano de 2011 sigue sin conocerse del todo, pero parte de su contenido ha ido trascendiendo. Lo que no es tan conocido es que José Luis Rodríguez Zapatero no acusó recibo de la misiva. Ni oficial ni extraoficialmente. Un desaire que sentó muy mal en Fráncfort y que estuvo a punto de condenar a España al rescate completo.

Viernes, 5 de Agosto de 2011. Silvio Berlusconi y José Luis Rodríguez Zapatero recibieron una carta confidencial que pasaría a ser la coartada del Banco Central Europeo para evitar la bancarrota de Italia y España. Aunque no se establecía un vínculo explícito, el trato quedaba claro: a cambio de ciertas reformas y ajustes, el BCE compraría deuda para rebajar la prima de riesgo a un nivel sostenible.

El contenido de la misiva italiana se filtró poco después desde Roma. La española, algo más tarde y de manera parcial. Pero lo que había pasado desapercibido hasta ahora es que el presidente del Gobierno español no acusó recibo de la misiva de Jean-Claude Trichet. A diferencia de Berlusconi, que aquel mismo fin de semana anunció que adelantaría un año el ajuste del déficit, desde Madrid no llegó ningún mensaje concreto.

El silencio de Moncloa enfureció al presidente del BCE, según reconocen fuentes de la Eurotower, la sede del emisor en Fráncfort. Hasta el punto, comentan, de poner en peligro la delicada operación de rescate de la deuda pública española.

La tensión fue en aumento a medida que avanzaba el fin de semana y se acercaba la apertura de los mercados del lunes. Pero los incesantes contactos entre las capitales implicadas (Madrid, Roma, Berlín, París, Bruselas y Washington) no arrancaron ni un solo compromiso público de Zapatero.

Tan solo se pronunció la ministra Elena Salgado, como ha recordado Ernesto Ekaizer en su reciente libro (Indecentes, publicado por Espasa). Pero lo hizo, como añade Ekaizer, con unas vagas declaraciones sin comillas a la agencia Efe, distribuidas a eso de las seis de la tarde. Ni mucho menos la señal de alto nivel que esperaba Trichet.

Fuentes europeas aseguran que el presidente del BCE contempló incluso la posibilidad de comprar solo deuda italiana, lo que hubiera obligado a España a pedir ayuda a sus socios de la zona euro y al FMI. Pero ese desastre hubiera puesto en peligro la propia estabilidad del euro y de países como Francia. Y con toda probabilidad, hubiera fracasado una operación que a Trichet le había costado un durísimo enfrentamiento con varios miembros del BCE (empezado por el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann) y que poco después, en septiembre, se saldaría con la dimisión del representante alemán en el emisor, Jürgen Stark.

El caso es que la suerte, la temeridad o el reloj jugaron a favor de Zapatero. Y hacia las 10 de la noche del domingo 7 de julio, el BCE anunció que pondría en marcha su programa de compra de valores. Y a pesar del desaire de Moncloa, Trichet desembolsó esa misma semana unos 22.000 millones de euros en bonos españoles e italianos. Al final de la intervención, Fráncfort acumulaba 102.800 millones de euros en deuda italiana y 44.300 millones en deuda española, según los datos del propio banco.

Solo dos horas antes del anuncio de Trichet, la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés Nicolas Sarkozy, habían dado la luz verde política con un comunicado en el que valoraban las decisiones de Italia y España para sanear sus cuentas públicas. Pero en el que, de manera significativa, solo se resaltaba "en particular" el nuevo esfuerzo anunciado por el Gobierno de Berlusconi ese mismo fin de semana. Ni una palabra de Merkel y Sarkozy sobre nuevos compromisos de Zapatero.

La ausencia de esa referencia a Madrid no llamó entonces la atención. Pero ha ganado relevancia a la luz de la rebelión silenciosa de Zapatero, que se anotó frente a Trichet una victoria tan pírrica como "póstuma": el presidente del Gobierno ya había anunciado la convocatoria de unas elecciones anticipadas que pusieron un punto y aparte, quizá final, en su carrera política.

El incidente ha permanecido oculto durante casi dos años. Y solo ahora, con los principales protagonistas retirados de la primera fila (Trichet, Zapatero, Berlusconi, Salgado...), se empiezan a conocer más detalles de aquel verano azul oscuro casi negro en que pudo reventar el euro.

En cuanto a la famosa carta del BCE, periodistas legendarios como Enrlc Juliana, Mariano Guindal o el citado Ekaizer han ido desvelando parte de su contenido. Se sabe que aludía a reformad como la laboral o a la aceleración de los recortes. Cabe imaginar que en un tono tan perentorio y fuera de lugar como el utilizado con Roma (a cuyo gobierno se le llegaba a pedir que aprobara los cambios por Decreto-Ley, en una carta firmada por Mario Draghi, entonces gobernador del Banco de Italia, y Trichet).

Sabemos también, gracias a la queja de un ciudadano español ante el Defensor del pueblo europeo, que la carta dirigida a Zapatero (firmada por Trichet y Miguel Ángel Fernández Ordóñez, en nombre del Banco de España) no sugería una reforma de la Constitución para imponer el déficit cero. Aun así, el presidente del Gobierno lo propuso y el Congreso lo aprobó por 316 votos a favor y cinco en contra. Una jugada cuya finalidad política nunca ha quedado aclarada del todo. Quizá el expresidente del Gobierno, que el próximo 26 de noviembre publicará en Planeta su versión de aquellos "600 días de vértigo, aproveche su libro para aclarar un poco todo lo sucedido en aquel mes de agosto todavía un poco turbio.

Imagen: tomada de la portada del futuro libro de Zapatero, en la web de Planeta.

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