Un sacrificio salarial real y necesario
La afirmación de que los sueldos no han caído en España, sino que únicamente han moderado su crecimiento, realizada por el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ayer en el Congreso, ha generado un acalorado debate sobre cuál ha sido la evolución real de los salarios en los últimos años. La mayor parte de los datos oficiales –es el caso de la Encuesta de Costes Laborales o la de Contabilidad Nacional, ambas elaboradas por el INE– reflejan un descenso tanto en los costes salariales como en la remuneración de los trabajadores desde el segundo y tercer trimestre del año pasado. Otro tanto puede deducirse de las cifras que maneja la Agencia Tributaria, que reflejan que las plantillas de las grandes empresas –4,2 millones de trabajadores– han visto caer sus salarios durante los meses de junio, julio y agosto de este año. La afirmación de Montoro, por su parte, se apoya en la estadística de convenios colectivos, que refleja una subida –si bien muy moderada, de un 0,4%– de las retribuciones. Pese a ello, basta con analizar la reducción que han sufrido los ingresos fiscales en España –tanto por rentas del trabajo como por cotizaciones– para concluir que la economía española ha optado poco a poco y finalmente por el camino de la moderación salarial. Es cierto que lo ha hecho tarde, cuando el grueso de la crisis había golpeado ya con una dureza inaudita el tejido empresarial y destruido millones de empleos, y probablemente no en todos los casos en la medida adecuada o con la rapidez necesaria, pero ese sacrificio salarial en una buena parte de los trabajadores españoles es hoy una realidad.
Pese a la dureza de ese esfuerzo, y sus innegables consecuencias sobre el consumo y los ingresos tributarios, esa rebaja es necesaria. No solo porque ha permitido a muchas empresas dejar de reducir costes por vía de cantidad (despidos) y poder hacerlo por vía de costes (salarios), sino porque ha jugado un papel clave en la recomposición de la maltrecha competitividad española. Los datos de Eurostat sostienen que la productividad por empleado de nuestra industria –con la exclusión del sector de energía– se sitúa un 34,1% por debajo de la media europea. Pese a ello, no todos los sectores se encuentran en igual situación. En el caso de aquellos que adoptaron con mayor prontitud y decisión la rebaja de costes salariales –como la automoción– la mejora de competitividad constituye un hecho innegable.
La asignatura pendiente que España debe superar continúa siendo el ineludible cumplimiento del objetivo de déficit fiscal. Dado que la moderación de los salarios y la caída del consumo han mermado los ingresos, ese objetivo debe alcanzarse a través de un recorte de todos aquellos gastos estructurales que todavía restan por abordar y que no pueden retrasarse más.