Merkel III afronta su legislatura más complicada
Aveces, la aritmética electoral no encaja del todo con el escenario político. Y esa disfunción podría ser el principal problema de Angela Merkel durante su próximo mandato.
La canciller alemana logró en las elecciones del pasado día 22 el mejor resultado desde su primera candidatura en 2005, todo un logro después de ocho años en el poder. Su enorme victoria, sin embargo, puede quedarse pequeña ante los desafíos que tiene por delante. Y la legislatura aparentemente más cómoda podría convertirse en un campo minado para una canciller que ha demostrado su habilidad para gobernar a remolque de la opinión pública, pero cuya talla de estadista, de momento, solo se le supone.
Jens Weidmann, antiguo asesor de Merkel y actual presidente del Bundesbank, ha sido el primero en aguarle la fiesta a la canciller. El pasado miércoles, solo 72 horas después de una victoria electoral atribuida, en parte, a la buena marcha de la economía alemana, Weidmann advertía que esa fortaleza puede ser un espejismo.
“La crisis del euro ha hecho que la atención se centre en otros países y no en Alemania”, reconoció Weidmann en Dusseldorf. “Pero en economía”, añadió, “las ventajas se pierden muy rápido, como hemos visto en el caso de España o Irlanda, países que hasta hace poco se ponían como modelos”.
Weidmann barrunta sobre Alemania las mismas amenazas que la Comisión Europea o la OCDE han señalado durante los últimos años, sin lograr que el Gobierno de Merkel reaccionara: el envejecimiento de la población, la falta de mano de obra cualificada o el deterioro de las infraestructuras.
“A pesar del clima económico favorable, Alemania afronta grandes desafíos”, señala el departamento de Olli Rehn, comisario europeo de Economía, en su evaluación más reciente (mayo de este año) sobre el país de Merkel. Y tras recordar a Berlín que no ha llevado a cabo prácticamente ninguna de las reformas planteadas por Bruselas en 2011 y 2012, el departamento de Rehn enumera de nuevo un largo listado de tareas pendientes, comenzando por la liberalización de sectores cruciales como servicios, postal o transporte.
La CE reclama una rebaja del gasto sanitario, que figura entre los más altos de la UE; un mercado energético viable, después de que en 2013 los hogares hayan sufrido un aumento del 47% en el recargo para financiar las renovables; o un esfuerzo presupuestario para reducir el abandono escolar entre los inmigrantes, que roza el 22%.
Bruselas también impone deberes en asignaturas que Alemania parecía tener aprobadas. En finanzas públicas, por ejemplo, la deuda (82% del PIB) supera con creces el límite del Tratado de la UE (60%). Y en contra de lo que pudiera parecer, el famoso “freno” constitucional a los números rojos, solo se ha desarrollado legalmente de manera efectiva en tres de los 16 länder alemanes.
El futuro Ejecutivo de Merkel, según la CE, también debería estudiar la reforma de un mercado laboral que suma un millón de parados de larga duración y 7,5 millones de personas con mini-jobs. Bruselas, sin embargo, no toma partido sobre la introducción de un salario mínimo, una de las condiciones que los socialistas del SPD podrían plantear para formar Gobierno de coalición con la CDU de Merkel.
Además de esas reformas nacionales, Merkel III tiene pendiente la obligación de convencer a sus compatriotas de la conveniencia de zanjar la crisis de la zona euro con un esfuerzo de solidaridad y reequilibrio económico, incluido un aumento de la demanda interna alemana y una inflación por encima del objetivo del 2% marcado por el BCE. Ardua tarea para una canciller cuyo legado a nivel europeo se reduce hasta ahora en la prohibición de las bombillas incandescentes y en una gestión de la crisis que estuvo punto de reventar el euro.
La pobreza de los alemanes es un craso error del BCE
El Banco Central Europeo, presidido por Mario Draghi, logró el pasado mes de abril uno de sus mayores bombazos informativos, casi comparable al de sus medidas más exitosas (como el plan de compra de deuda) o sus errores más estrepitosos (como la subida de los tipos de interés en 2008 y 2011, en pleno descalabro económico). El notición de hace seis meses surgió de un estudio sobre la riqueza financiera acumulada por los hogares de la zona euro, en el que se situaba a los alemanes en el furgón de cola, por detrás de España, Portugal e, incluso, Grecia. “¿Qué hay de cierto en ese titular?”, se preguntaba la semana pasada la aseguradora Allianz. “Para ser honestos, más bien poco”, se respondía la compañía en su informe anual sobre la riqueza mundial. Allianz asegura que el BCE cometió “una serie de irregularidades metodológicas” en su estudio, entre otras, la de basarse en la estimación facilitada por los propios hogares. Además, los datos del BCE eran por hogar, no por habitante, precisión importante, pues en Alemania los hogares suelen agrupar menos personas. La publicación del estudio del BCE causó malestar entre diplomáticos comunitarios, que lo tacharon de inoportuno en un momento de tensión entre el norte y el sur de la zona euro. Los datos, en efecto, alentaron la campaña que algunos políticos y medios de comunicación llevan a cabo para acusar a los griegos, entre otros, de pedir ayuda a Bruselas mientras atesoran cuantiosas fortunas.