La mesa se mete en las mejores camas
Establecimientos que acogen a grandes chefs y laureados restaurantes que ofrecen el mejor alojamiento
Lejos quedaron los tiempos en los que cenar en el hotel era una pequeña tortura. De unos años a esta parte, no hay establecimiento que se precie que no ofrezca, junto a la mejor almohada de plumas, la decoración más vanguardista o el entorno menos estresante, una cuidada carta de platos.
Es más, no son pocos los grandes chefs –muchos con estrellas Michelin– que han buscado el calor de un gran hotel para desarrollar su oficio. El último en hacerlo, Rodrigo de la Calle, que traslada al madrileño Hotel Villa Magna su Gastrobotánica, un concepto de cocina con vegetales que le ha valido el reconocimiento de los críticos de la guía Michelin.
Y también se da lo contrario. Restaurantes de reconocido prestigio que han optado por ofrecer, además, alojamiento a sus comensales. Huelga decir lo cómodo que resulta tener la cama dos pisos más arriba sin necesidad de desplazamientos o comedimientos a la hora de regar la cena.
Entre estos últimos está, por ejemplo, Atrio, el restaurante cuyas dos estrellas Michelin pusieron a Cáceres en el mapa de las ciudades referentes gastronómicas incluso fuera de nuestro país. A su alrededor, el hotel, obra de los arquitectos Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla, da testimonio de la arquitectura almohade, gótica, renacentista y colonial. En el sótano, el gran tesoro: una de las bodegas más admiradas del mundo compuesta por unas 35.000 botellas.
Hoteles de grandes ciudades atraen al público con el olor de sus fogones
Y es que el vino es el otro reclamo que cada vez funciona mejor. Grandes bodegas como las Arzuaga Navarro, entre otras, han apostado por aunar variados placeres y algunos incluso se han lanzado a conjugarlos también con la arquitectura.
Es el caso de Marqués de Riscal, que desde 2006 alberga la joya de la cadena Starwood Hotels & Resorts: el Hotel Marqués de Riscal, diseñado por Frank O. Gehry y que se sitúa entre viñedos en el delicioso pueblo medieval de Elciego. Sus sinuosas y vanguardistas formas contrastan con la sede de las bodegas diseñadas en 1858 por el arquitecto Ricardo Bellsola.
Pero no solo en España nos gusta el vino. Las 1.700 botellas del Barceló Hamburg son el principal elemento diferenciador de este establecimiento ubicado en el centro de la ciudad alemana. De hecho, los hoteles de las grandes ciudades se han especializado en atraer al público local y foráneo con el olor de sus fogones. En Madrid, sin ir más lejos, encontramos un buen puñado de casos. Empezando por el Santceloni del aclamado y ya fallecido Santi Santamaría, que ha ido madurando junto al Hotel Hesperia.
Ramón Freixa no ha encontrado mejor espacio que el hotel boutique Único para desarrollar su especial cocina. Cabe destacar, asimismo, el restaurante Kabuki del Hotel Wellington, donde Ricardo Sanz se permite fusionar la cocina japonesa con la mediterránea. O el restaurante Lágrimas Negras, que acoge el vanguardista Hotel Silken Puerta América, con el chef Iván Sáez apostando por cartas renovadas según la temporada.
Entre los clásicos famosos por conjugar un establecimiento con encanto y una carta más que apetitosa no podemos dejar de mencionar el Echaurren de Ezcaray, en La Rioja. Un establecimiento nacido hace más de un siglo, en 1898, cuando Pedro Echaurren y Andrea García deciden remodelar su vieja casa de postas que servía de parada y repostaje de carruajes.
Otros establecimientos optan por adornar sus estancias con distintos atractivos gastronómicos según la temporada. Ahora que entra el otoño puede ser la época idónea para hacer un pequeño viaje a la Toscana. Allí se encuentra Il Salviatino, una villa italiana del siglo XV, convertida hoy en hotel de cinco estrellas y que propone conjugar una estancia de lujo y relax con, por ejemplo, una excursión por los bosques de la región para, de la mano de expertos, descubrir la trufa toscana o disfrutar de una cena elaborada con productos frescos de la zona en el restaurante del hotel.
Si seguimos fuera de España y quiere algo realmente diferente, cabe destacar, entre otros muchos, el ANA Intercontinental Tokyo, hogar del chef con tres estrellas Michelin Pierre Gagnaire, famoso por aplicar una filosofía en su cocina que consiste en usar la comida para comunicar e incitar emociones.