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Ignacio García-Belenguer, director del Teatro Real

“Buscamos un equilibrio de fondos públicos y privados”

Gestiona la casa de ópera madrileña con un presupuesto que la crisis ha reducido drásticamente Afirma que en 2013 los patrocinadores han comenzado a responder de manera positiva

El director del Teatro Real en una terraza del centro operístico.
El director del Teatro Real en una terraza del centro operístico.Pablo Monge

Con 45 años, Ignacio García-Belenguer (Zaragoza, 1967) es el director general más joven que ha tenido el Teatro Real. En el cargo desde abril de 2012, le ha tocado pilotar la centenaria institución en una época tormentosa. Este miembro del Cuerpo de Administradores del Estado se enfrenta a la dura tarea de mantener la excelencia artística sobre el escenario con un presupuesto que no ha dejado de caer desde el inicio de la crisis económica. A pesar de las circunstancias, asegura estar encantado con un trabajo que le permite combinar horas intensas de despacho con escapadas a los ensayos. “Dirigir el Teatro Real es una de las sorpresas positivas que me ha dado la vida”.

Pregunta. ¿Cómo es dirigir una empresa en la que una buena parte de sus empleados son artistas?

Respuesta. Si te gusta la música y la ópera, es apasionante. También es cierto que a veces es complicado transmitir a los artistas que es necesario compatibilizar la calidad y la excelencia en lo artístico con la eficacia, la eficiencia en la gestión y las políticas de austeridad. Es duro decirlo, pero la cultura, la ópera y toda la actividad artística, en cierta medida, es una actividad empresarial, y aplicar parámetros de eficiencia es necesario. Más en los tiempos que corren.

P. La financiación pública del Teatro Real se ha reducido a la mitad desde 2009. ¿Se puede mantener la excelencia artística con tanto recorte?

R. Ahora estamos en el límite de la sustentabilidad. La financiación pública siempre tiene que existir. La ópera es parte de la cultura y el Estado debe apoyarla como elemento propio de la identidad de un país. Pero ahora intentamos complementarla con los aportes de las entidades privadas. No hay un desplazamiento de lo privado a lo público, sino una compatibilización de ambas instituciones. Buscamos un equilibrio.

P. La Intervención General del Estado ha dicho recientemente que la institución no estaba haciendo lo suficiente por reducir el déficit y se han oído críticas al coste de las obras en 2010 y 2011...

R. Esa es una interpretación totalmente equivocada. Cuando la Intervención habla de incumplimiento del real decreto de contención del déficit público se refiere exclusivamente al exceso de retribuciones que se pagó al personal en 2010 y 2011. La reducción del 5% en los salarios públicos no se aplicó en su justo término en el Teatro Real. Es un tema que está pendiente de resolución en la justicia. Por otro lado, cuando se dice que una ópera ha costado cuatro millones de euros es una interpretación muy limitada. No es riguroso imputar a una ópera todos los gastos generales de la institución: el sueldo de todos los funcionarios, el mantenimiento del edificio, la electricidad, la seguridad...

P. Entonces, no cree que el gasto haya sido excesivo...

R. Cada programación responde a las circunstancias del momento. La programación artística que entonces costaba 18 millones de euros, ahora tiene un presupuesto de 13 millones. Las circunstancias han cambiado. El mundo de la ópera es como un transatlántico, cuando decides parar, es muy difícil, tienes un decalaje de algunos años. Ahora tenemos firmados contratos hasta 2015 o 2016, con lo cual no se puede cambiar el rumbo de un día para otro.

P. ¿El sector privado ha ayudado a compensar la caída de los fondos públicos?

R. Es muy difícil. Estamos en la senda del crecimiento. Antes de los recortes la financiación pública era del 60% y hoy ha caído al 30%. Si los 27 millones que el Teatro Real recibió de las Administraciones en 2009 se hubieran mantenido hasta 2013, la institución hubiera contado con 33 millones de euros adicionales en estos años y tendría superávit. Pero la coyuntura ha cambiado y hoy no podemos demandar ese monto.

P. ¿La empresas se han comprometido lo suficiente con la cultura en este momento tan difícil?

R. Yo creo que sí. 2012 fue un año complicado para todos, instituciones públicas y privadas. Pero este año empezamos a notar que los patrocinadores responden muy positivamente. Hay cada vez más participación, más flexibilidad y más cercanía con el proyecto. En estos primeros seis meses de 2013 se han incorporado unos seis o siete patrocinadores.

P. ¿Cómo evalúa esa participación del sector privado en comparación con otros países?

R. En Europa continental, el Teatro Real es un caso excepcional. En países como Alemania o Austria la financiación pública es mucho más importante. Está entre un 70% y un 90%. En el mundo anglosajón, sobre todo en Estados Unidos, la financiación pública puede que sea solo de un 10%. Pero la privada tiene un respaldo enorme de unas leyes muy potentes de patrocinio y mecenazgo.

P. ¿La demora del Gobierno en impulsar la ley de mecenazgo es perjudicial para la institución?

R. El Teatro Real lleva más de diez años trabajando en políticas de mecenazgo y es una institución de referencia en las políticas de patrocinio. Es mejor mantener la ley actual si la que vamos a tener no avanza con suficiente profundidad. Entendemos que no debe ser una ley que solo tenga como consecuencia una aportación económica a la cultura. Debe apostar por una mayor involucración de la sociedad civil en la gestión cultural.

“La ópera es para disfrutar y reflexionar”

P. ¿Qué óperas del Teatro Real le han gustado más?

R. Todas tienen un encanto. Una ópera de alta calidad artística, sin duda, es Cosí fan tutte. Si hablamos de excelencia musical, Wozzeck fue magnífica. Si tuviera que elegir una que me gusta por su contenido, diría Clemencia de Tito, y si hablamos de una ópera innovadora, nombraría El americano perfecto, sobre la vida de Walt Disney. Creo que la ópera es un punto de encuentro entre el entretenimiento y la reflexión personal. Hay que lograr que cuando salga, la persona se haya divertido, pero al mismo tiempo haya reflexionado un poco sobre la vida.

P. ¿El público ha cambiado con la crisis?

R. Si ahora hiciéramos una foto de las butacas del teatro en una función, veríamos que cada vez más hay un público joven aficionado a la ópera y la música clásica. Desarrollamos políticas para atraerlos, como las entradas de último minuto con un descuento del 90%.

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