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Columna
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Que no cunda el pánico... todavía

El miedo ha invadido a las acciones de todo el mundo. El índice estadounidense S & P 500 cayó un 1,4% el 15 de agosto, su mayor retroceso desde hace casi dos meses. El VIX, un código que mide la volatilidad implícita del S & P para los siguientes 30 días, se incrementó en un 13%. Por su parte, el índice Shanghai Composite alcanzó un pico del 5% la mañana del 16 de agosto, antes de retroceder.

El lado bueno es que hay una razón técnica sólida detrás del sube y baja: la pausa de agosto, cuando la mayoría de los operadores se marchan a la playa hay un menor volumen, y por lo tanto, una mayor volatilidad. Desde 2008, los temores de un colapso económico mundial y la crisis de la zona euro han hecho que el tradicional receso de este mes no sucediera. Ahora, con menos preocupaciones a corto plazo, los volúmenes han caído de forma significativa tanto en los mercados de Estados Unidos como en los europeos.

La mala noticia es que los giros del mercado también reflejan las preocupaciones reales sobre la economía. El gasto del consumidor en Estados Unidos parece débil: los pobres resultados trimestrales de Wal-Mart, en los que la empresa revisó sus objetivos para fin de año, se hicieron eco de los de su compañero minorista Macy’s a principios de semana.

Desde 2008, los temores de un colapso económico mundial han evitado el tradicional receso en los mercados

Es cierto que muchos países de la zona euro han ido saliendo poco a poco de la recesión con un primer trimestre de crecimiento en el último año y medio. Pero otros siguen en apuros. El estallido de la burbuja inmobiliaria provocó que la economía holandesa se contrajera por cuarto trimestre consecutivo.

Hasta que los volúmenes comerciales normales se reestablezcan en septiembre, será difícil para los inversores evaluar hasta qué punto las acciones están fijando sus precios de acuerdo con los fundamentos básicos.

Los operadores darán la bienvenida al fin del periodo de calma registrado en agosto. Por lo menos, esta situación ofrece una razón legítima para no preocuparse demasiado acerca de los puntos débiles de la economía. Eso hará que a ellos les resulte un poco más fácil disfrutar del resto de sus vacaciones.

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