El perro hinchado y el perro en sí
Cunde la confusión de pronósticos sobre el porvenir político inmediato que nos aguarda. Los acérrimos del marianismo sostienen que el presidente del Gobierno salvará su comparecencia a rastras ante el pleno del Congreso de los Diputados señalado para el jueves día primero de agosto sin graves erosiones. En su opinión, los datos a la vista son inocuos. Lo que hubiera de infracciones o delitos fiscales habría sobrepasado la fecha de caducidad y otro tanto podría decirse de la financiación ilegal del Partido Popular. Los efectos de las carpetas de colores y de la contabilidad B estarían ya descontados. Se descartarían también nuevos sobres sorpresa, procedentes del arsenal Bárcenas y asociados.
Además, el calendario vendría en ayuda para imponer la tradicional tregua de agosto. A todo ello se añadiría la colaboración desinteresada de José Antonio Griñán, de profesión sus primarias, que vendría a invertir la dirección agresiva de los titulares de las primeras páginas.
Estas serían las coordenadas de la sesión plenaria convocada para el jueves, pero falta tener en cuenta un factor añadido con valor desencadenante: el manejo que hará Manolo el del bombo, una vez que se ha dotado de la capacidad de administrar la realidad y las conjeturas en dosis y plazos precisos al servicio de la causa que no es otra que el derribo. Nuestro hombre ha visto en el caso presente una ventana de oportunidad que va a utilizar a fondo. Su contrato con los italianos caducaba, pero quien decidiera rescindirlo ahora sería reo de amputar la libertad de prensa a los españoles. Manolo el del bombo ya ha dado muestras de sus habilidades desde hace más de 20 años. Fue el inventor de la guerra sucia y luego su debelador implacable, retorciendo la realidad hasta hacerla coincidir con sus intereses instrumentales en cada momento. Supo valerse del juez Campeador, del financiero a su manera Mario Conde, del coronel Juan Alberto Perote, desertor del Cesid, del abogado chantajista Jesús Santaella, del ministro rampante Juan Alberto Belloch, del areópago de la AEPI, también llamado sindicato del crimen, y del mismo sursuncorda.
Nuestro individuo, al frente de la percusión, tiene probadas sus capacidades tergiversadoras, su tenacidad reiterativa hasta que por repetición obsesiva logra que una mentira se inscriba como verdad pública o para una parte relevante del público. Ha llegado incluso más lejos, de modo que, merced a sus artes de prestidigitación, ha fabricado un caso enfrentándose a toda evidencia.
La prueba la hemos tenido con el 11-M, porque llevamos nueve años sometidos al suplicio de las suposiciones encadenadas, de la Kangoo, de la mina de la Camocha y de Pepito perdiguero, que era también una gloria española. Y quienes se negaron a seguir ese juego saben cuán alto ha sido el precio que han debido pagar en su fama y en su honra. Han sido nueve años admirables de hinchar el perro, pese a la dificultad y el esfuerzo pulmonar que supone seguir soplando sin descanso para mantenerlo hinchado. Un prodigio fisiológico en términos de espirometría, según la terminología de los neumólogos.
Pero ahora, la diferencia estriba en que no estamos ante el perro hinchado, sino ante el perro en sí. En el caso Gürtel-Bárcenas-financiación ilegal del PP, el arsenal de pruebas es abrumador y solo las tiene el propio Manolo el del bombo a su disposición. Podrá pensarse cualquier cosa de Manolo el del bombo, de sus extorsiones, de sus intentos de chantaje, pero esta vez los disparos no son de fogueo. Se trata de fuego real, de hechos inconmovibles que pueden probarse de manera fehaciente. Harían bien en Moncloa preparando la mudanza.
Miguel Ángel Aguilar es periodista