Artevino, una bodega con la paz de un monasterio
La compañía crece al 20% en plena crisis, debido a las exportaciones Pruno se convirtió en su vino de moda tras recibir la crítica de Robert Parker
Gonzalo Antón (Vitoria, 1975) tiene más de una razón para sentirse un empresario afortunado. Un día laboral cualquiera puede comenzar en una casa rodeada de viñedos y pinos autóctonos, levantada sobre un antiguo monasterio a orillas del Duero. Allí está ubicada Finca Villacreces, una de las cuatro bodegas del grupo que dirige, Artevino. La paz que lo rodea, sin embargo, no es incompatible con unas jornadas intensas de trabajo. La pasión por el vino que heredó de su familia y la vocación por llevar su producción a todo el mundo han tenido un resultado que pocos directivos pueden exhibir en plena crisis: la empresa ha crecido un 20% anual en los últimos tres años.
Todo comenzó en Villabuena de Álava, donde su abuelo se dedicaba a la viticultura y vendía su tinto de Rioja Alavesa en el ámbito local. Antón, al cargo de una compañía que hoy agrupa las bodegas Izadi, Finca Villacreces, Vetus y Orben, recuerda los años de su infancia en los que ayudaba en las vendimias y al embotellado.
“Hasta que terminé la carrera en la universidad, siempre lo había considerado un hobby”. Antón se graduó en Economía en la Universidad de Navarra y en 1999 viajó a California (Estados Unidos) para estudiar Enología y Viticultura. Entonces, su padre llevaba varios años al mando de los viñedos de la familia. Había fundado Bodegas Izadi en 1987, pero con el cambio de siglo, era hora de dar un giro a la compañía. Antón regresó de Estados Unidos con ese fin.
Padre e hijo se arremangaron para impulsar a la empresa y llevarla a un nivel superior. Adquirieron viñedos en la mejor zona de la Ribera del Duero, conocida como Milla de Oro; en Toro; en Rueda, y más hectáreas en Rioja Alavesa, la denominación de origen de la primera bodega familiar. En la actualidad, la empresa vende un 40% de su producción en el extranjero, y Antón asegura que se encaminan al 50%.
“En el caso del [vino] Pruno, tenemos que establecer cupos de distribución porque la demanda supera a la oferta”, cuenta el empresario en su despacho de Finca Villacreces, la bodega donde elaboran ese tinto. En esa sala, con vista a los viñedos, Antón explica por qué ese vino se convirtió en el producto de moda de la casa.
El reputado crítico estadounidense Robert Parker lo eligió en 2010 como el mejor vino de la historia de España por menos de 20 euros. “Le dio 94 puntos, la máxima puntuación alcanzada por un vino español con un precio que ronda los 10 euros”. Tras el reconocimiento, afirma el director de Artevino, la demanda era diez veces superior a la oferta.
El año en que el Pruno se convirtió en un éxito en ventas, Antón reemplazó a su padre al frente de la compañía. “El creó este hijo que tenemos. Ya no está al cargo pero aún le consulto muchas cosas cuando me surgen dudas y hay clientes a los que prefiero visitar con él”. Sobre su mesa de trabajo exhibe una menina de colección color salmón. “Mi padre me la regaló cuando empecé a trabajar en la empresa y me dijo: ‘Para que no te olvides de que hacer vino es un arte’”.
En California, Antón trabajó unos meses en Bodegas Ridge. Allí descubrió la importancia que los estadounidenses daban al enoturismo, una actividad que en España estaba apenas en sus comienzos. Decidió implementar esa política de puertas abiertas en Artevino. “Tratamos de que cada bodega tenga alma propia. Que los turistas encuentren algo especial, además de ver barricas”. En Finca Villacreces, los visitantes pueden hacer recorridos en bicicleta y disfrutar del paisaje. Izadi, en cambio, se distingue por su gastronomía y cuenta con un restaurante.
Antón cree que la cercanía con su equipo de trabajo es clave para el éxito de la compañía. Asegura que, solo en España, viaja unos 70.000 kilómetros al año para visitar a sus delegados comerciales. Levantarse antes de las seis de la mañana para salir a la carretera es parte de su rutina. “Me gusta ir por delante de las cosas”.
Lecciones de California
Cuando terminó sus estudios de economía en la Universidad de Navarra, Gonzalo Antón viajó a California (Estados Unidos) para estudiar enología y viticultura y trabajar unos meses en una bodega de ese Estado.
Afirma que, de todo lo que aprendió, lo que más rescata es la “mentalidad abierta” de los estadounidenses. “No tienen tantas ataduras a la tradición. Se lo plantean todo y no tienen miedo a cambiar las cosas”.
Antón señala que esa apertura mental se manifiesta en la manera de comercializar sus vinos. La forma de acercarse a los mercados es muy diferente tanto en Estados Unidos como en Chile y Argentina, afirma. En el Nuevo Mundo, explica Antón, las bodegas están más dispuestas a adaptarse al gusto de los mercados emergentes. “Los consumidores asiáticos tienen un paladar menos maduro a la hora de beber vinos y demandan un producto diferente, más dulce”.
Artevino logró abrirse al mundo muy rápidamente. En pocos años las exportaciones pasaron de ser un 10% de las ventas a un 40%. Gran Bretaña y Alemania son los principales mercados europeos.