El poder de la palabra tiene límites
El poder de la palabra es la nueva moda en la banca central. Ben Bernanke, de la Reserva Federal de Estados Unidos, mostró que una declaración de intenciones puede mover los mercados en junio. El jueves, sus compañeros de Frankfurt y Londres intentaron hacer el mismo truco. Funcionó bien ese día, pero los banqueros centrales pronto descubrirán que la retórica no es una fuente de energía renovable financiera.
Las intervenciones verbales apuntan en direcciones opuestas en los dos lados del Atlántico. Bernanke quiso preparar al mercado para una política monetaria más restrictiva, mientras que Mario Draghi, del Banco Central Europeo, y el comité que se encarga de fijar los tipos de interés en el Banco de Inglaterra quieren hacer una política monetaria más laxa sin realizar cambios concretos. El BCE habló de que el precio del dinero permanecería muy bajo por un “período prolongado de tiempo”, y agregó que podría “bajar más”. El Banco de Inglaterra explicó que las expectativas de unos tipos más altos “no estaban justificadas”.
El tradicionalmente reticente banco central del Reino Unido tiene un nuevo gobernador, Mark Carney. En cuanto a Draghi, es un veterano en la intervención verbal. La innovación y la experiencia fueron igualmente efectivos en esta ocasión. La libra esterlina, el euro y la rentabilidad correspondiente a los bonos del gobierno cayeron. Incluso Portugal, envuelto en problemas políticos, consiguió que su prima de riesgo se relajara 30 puntos básicos, el rendimiento de los bonos a 10 años cayó por debajo del 7,4%.
Los discursos de los banqueros centrales apuntan en direcciones opuestas en los dos lados del Atlántico
Los observadores de los bancos centrales consideran que este tipo de compromiso verbal es casi vinculante. No hay ninguna buena razón para esa confianza. Bernanke, Draghi y Carney no han hecho más que reafirmar lo obvio –si las cosas se mueven como esperamos, nos comportaremos como hemos explicado. Estos compromisos pueden y serán retirados si las cosas van de manera diferente.
Si hay cambios en el guión, os banqueros centrales simplemente parecerán un poco menos creíbles.