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Columna
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Los estímulos fueron un sueño

La caída en los mercados globales comenzó después de que Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal, sugiriera que la economía de Estados Unidos sería pronto lo suficientemente fuerte como para necesitar menos apoyo monetario del banco central. La causa del desplome es otra cosa.

Una teoría es que los inversores esten intentando asustar a la Fed y a otros bancos centrales para que cambien de opinión sobre los tipos de interés reales negativos y el dinero recién acuñado de la flexibilización cuantitativa. Como una manada de “cerdos salvajes”, como aseguró Richard Fisher, presidente de la Fed de Dallas, en el Financial Times, que podrían estar poniendo a prueba la fuerza de voluntad de los bancos centrales.

Fisher dice que la Fed seguirá siendo resistente, pero puede que tenga que retractarse si hay otra teoría que avale el razonamiento de los inversores. Bernanke puede sobreestimar la fuerza de la recuperación estadounidense, y en consecuencia subestimar lo que una cantidad más ajustada de dinero haría a la economía.

Es posible que Bernanke subestime la fuerza de la recuperación de la economía de Estados Unidos

Hay otra explicación: una pérdida de confianza en el poder y la sabiduría de los bancos centrales. El año pasado, solo hicieron falta unas palabras –”lo que sea necesario”– de Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, para dar la vuelta al mercado de bonos de la zona euro. Al menos hasta ahora, los inversores han compartido la confianza de Bernanke en que los programas de estímulos eran eficaces y no perjudiciales.

Pero la aparente inclinación de la Fed por retirarlos mientras todavía hay signos de interrogación sobre la economía podría ser una señal de que Bernanke se ha dado cuenta de que el amplio flujo de dinero distorsiona los mercados financieros más de lo que anima a los préstamos y el gasto.

Probablemente todas estas explicaciones tienen algo de verdad. Mientras los inversores se preparan para un mundo libre de flexibilización cuantitativa con unos bancos centrales menos potentes, se moverán como rebaños aterrados y aterradores.

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