Los Balcanes se europeízan (¿o se balcaniza la UE?)
Pieza a pieza, la Unión Europea está reconstruyendo la antigua Yugoslavia. Pero dentro de las fronteras comunitarias y con seis capitales (al menos) donde antes imperaba Belgrado.
Hoy mismo, los 27 socios de la UE estudiarán la posible apertura de negociaciones con Serbia para su integración en el club. Y aunque existen todavía numerosas reticencias, entre otras cosas por el conflicto sobre Kosovo, parece inevitable que más pronto que tarde se pondrá en marcha el proceso para restablecer de manera definitiva la convivencia de la patria de Kusturica con el resto de los Balcanes y de la Unión Europea.
El acercamiento entre Bruselas y Belgrado coincide con la incorporación de Croacia a la UE el próximo lunes. El país, escenario hace apenas 20 años de dramas como el sitio de Dubrovnik o la masacre de Vukovar, se convertirá el 1 de julio en el segundo Estado surgido de la antigua república socialista yugoslava que logra la privilegiada condición de socio de la UE, un club al que ya se incorporó Eslovenia hace nueve años.
Otra de las hermanas yugoslavas, Montenegro, negocia desde el año pasado la incorporación. Y a finales de esta semana, la cumbre europea que se celebra en Bruselas podría abrir el camino para Serbia si la reunión de hoy de los diplomáticos comunitarios despeja las últimas objeciones de algunos países nórdicos.
La decisión sobre Serbia, sin embargo, se encuentra estrechamente vinculada con el futuro europeo de Kosovo, su antigua provincia, que se declaró independiente de manera unilateral el 17 de febrero de 2008. El nuevo Estado aspira a negociar con Bruselas un acuerdo de estabilización y asociación, escalón previo al ingreso pleno en la UE.
La Comisión Europea ha dado luz verde a esas negociaciones. Pero cinco países de la UE (España, Rumanía, Grecia, Chipre y Eslovaquia) no han reconocido a Kosovo, lo que obligará hoy a los diplomáticos a ha cer una labor de encaje si quieren lograr que la cumbre del viernes dé la bienvenida al mismo tiempo al estrechamiento de relaciones con Belgrado y con Pristina.
La fórmula pasaría, según fuentes comunitarias, por abrir las negociaciones directamente entre Bruselas y el Gobierno kosovar, sin necesidad de involucrar de manera explícita a las 27 capitales europeas.
La filigrana para compaginar las diferentes filias y fobias dentro de la Unión Europea en relación con Belgrado y Pristina revela las dificultades de europeizar los Balcanes. El proceso avanza lentamente. Y esta misma semana, la Unión dará portazo, por cuarta vez, a las aspiraciones de Macedonia al ingreso en el club. La Comisión Europea recomienda el inicio de negociaciones con Skopie. Pero según fuentes diplomáticas, la mayoría de los socios no lo consideran oportuno tras el brote de violencia que vivió el país el año pasado
La situación tampoco parece asentada en otras zonas, como Bosnia-Herzegovina o la frontera entre Serbia y Kosovo (Mitrovicha), donde las heridas de la desintegración de Yugoslavia siguen sangrando.
La ampliación hacia el sureste de Europa se complica, además, por las propias dificultades de la Unión, sumida en una grave crisis económica y con parte de la opinión pública decepcionada por la ampliación anterior, que ha convertido en socios de pleno derecho a unos países con una estructura política, económica y social tan frágil como las de Rumanía y Bulgaria o, incluso, Hungría y la República Checa.
Aun así, la Comisión considera imprescindible seguir avanzando en la ampliación balcánica para estabilizar un rincón de Europa que entre 1991 y 1999 sufrió una sucesión de guerras civiles y una depuración étnica terriblemente similares a las padecidas por el resto del continente en el siglo XX hasta la fundación del club comunitario.
“La ampliación” –asegura el organismo presidido por José Manuel Barroso– “ayudará a evitar los costes potencialmente mucho más elevados que supondría lidiar con las consecuencias de la inestabilidad”.
Bruselas defiende, además, que la recomposición del mosaico yugoslavo ayudará también a extender el desarrollo económico y profundizar en el resto de países al Este de la UE, una inestable vecindad que abarca desde Oriente Medio a Ucrania pasando por Turquía.
Pero algunos socios acusan a la Comisión de excesiva tolerancia cuando verifica la idoneidad de los aspirantes a ingresar en la UE. La explosiva situación en un socio como Grecia y en un aspirante a candidato como Turquía indican que la deriva política puede ser imprevibisible y más rápido de lo esperado. Y citas electorales como la de ayer en Albania, violentas y bajo estricta vigilancia, confirman que la convocatoria a las urnas no es prueba inequívoca de un Estado de Derecho.
Las capitales reacias a seguir con la ampliación temen que la incorporación prematura de países con un pasado reciente tan turbulento como los balcánicos solo contribuya a agravar las tensiones en una Unión que ya empieza a acusar sus propios síntomas de balcanización.
El deterioro democrático en algunos países alcanza tal nivel que por primera vez el club se plantea en serio aplicar la suspensión de los derechos de voto si algún socio no respeta los derechos fundamentales reconocidos por la Unión. La Unión acaba de aprobar también una reforma del acuerdo de supresión de fronteras internas (Schengen) que permitiría en ciertos casos segregar a uno de los socios si no puede cumplir con las mínimas obligaciones de seguridad comprometidas con la comunidad.
Medidas que muestran la creciente desconfianza en el seno de la Unión. Y el riesgo de que una ampliación mal hecha llegue a provocar una fractura irreversible.