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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El coste laboral restaura la competitividad

España registró superávit comercial de bienes en marzo por vez primera en los 42 años que tiene la estadística de intercambios de bienes y servicios con el resto del mundo. Y pese a que siempre cabe el recurso pesimista de justificarlo por la fuerte caída de las compras de los nativos, en los tres primeros meses del año España es el único de los grandes de la eurozona que mantiene notables avances de los volúmenes de exportaciones. Además, mientras se recomponía la balanza comercial de bienes, lo hacía a mayor velocidad la de servicios, con números negros crecientes en la rúbrica de servicios no turísticos, una circunstancia que revela la capacidad de las empresas españolas para colocar en el exterior servicios de ingeniería, seguros o finanzas de alto valor añadido. Toda esta relación de datos solo es un reflejo explícito de la recomposición de los niveles de competitividad de España en el exterior, que estaba muy dañada al inicio de la crisis.

 La variable más responsable de esta restauración de la competitividad es el control de costes y precios de los bienes y servicios expuestos al comercio exterior, que en absoluto ha concluido, pero que ha experimentado un avance serio en los últimos años. Ha tenido una importancia capital la reducción de los costes laborales por unidad de producto, que habían sido en los primeros años del siglo los culpables de la pérdida alarmante de competitividad.

En concreto, un análisis comparativo de estos costes en la zona euro revelan que desde que arrancó el euro hasta 2009 en España avanzan algo más de un 30%, tres puntos largos cada año. Y pese a que en los ejercicios siguientes, hasta 2012 incluido, descienden en 6,8 puntos, y que en la zona euro no dejan de crecer, España acumula un avance superior a sus competidores. Dado que entre los miembros de un mismo club monetario no hay diferenciales de tipo de cambio, y que los precios de las materias primas son iguales para todos, debemos concluir que era la exuberancia del coste laboral la que mermaba la competitividad.

Una comparación con todos los países desarrollados, los que forman parte de la OCDE, revela que el índice de competitividad medido en precios finales sigue siendo muy desfavorable para España, pese a haber absorbido la mitad de la pérdida de los nueve primeros años del siglo. Lógicamente, en esta comparación computan también el tipo de cambio efectivo y otras variables que determinan si un producto es más atractivo que otro.

El precio pagado por la recomposición parcial de la competitividad de los productos y servicios made in Spain ha sido muy elevado, pues el coste laboral unitario ha descendido más por pérdida de empleo, con fuerte recomposición de la productividad por empleado, que por bajada de los salarios nominales, que se ha concentrado únicamente en los últimos ejercicios. Y no podemos considerar aún que la variable de costes del factor trabajo ha concluido su ajuste, pues la pérdida había sido muy elevada con los países más manufactureros de Europa, caso de Alemania, respecto a cuyos costes España había acumulado una pérdida de competitividad de más de 30 puntos desde la llegada del euro a 2007. La recomposición con la primera economía de la eurozona, por tanto, no ha acabado pese a que ha registrado un evidente cambio de signo.

Las empresas que primero han aprendido la lección y la han aplicado han sido aquellas que están abiertas a los mercados exteriores y se juegan cada palmo de mercado cada día, y aquellas que han tenido que acceder por vez primera, porque antes les bastaba y les sobraba con el mercado interno. En ello ha sido determinante la flexibilidad de las plantillas y de las secciones sindicales que han entendido la trayectoria del futuro. El sector del automóvil, que tiene una importancia capital para muchas zonas del país, es el ejemplo más manoseado. La mancha de aceite se está extendiendo con el estímulo lánguido de las reformas del Gobierno. Pero tiene que calar en todos los sectores, porque la competitividad tiene que extenderse también al mercado nacional, y tiene que traspasar la frontera de los costes a la de los precios. Sin esta premisa, únicamente se fortalecerán las empresas internacionalizadas, pero se reducirá el margen de recuperación de la economía. El ajuste tiene que continuar en los precios para mejorar las ventas en cantidades, y que estas arrastren al empleo.

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