“El coche ya no es una muestra de estatus social”
En París, cada vez que hay huelga de transporte público, algo que sucede a menudo, se ven desfilar automóviles ocupados por compañeros de empresa que deciden compartir el vehículo para llegar hasta el puesto de trabajo a tiempo. Esta anécdota se está convirtiendo, sin embargo, en un nuevo hábito de transporte. Compartir coche es más barato, y de paso más ecológico.
A Frédéric Mazzela (Nantes, 1975), se le ocurrió lanzar su empresa de car-sharing BlaBlaCar en su vuelta a casa por Navidad en 2003. “Tenía que volver a Nantes, no quedaban billetes de tren y en el trayecto de 500 kilómetros me di cuenta de que los vehículos iban vacíos, y pensé que algo se podría hacer”. Este físico de profesión, que trabajó en la NASA en California en la modelización virtual de operaciones, decidió conectar a viajeros y conductores para trayectos largos, de entre 350 y 500 kilómetros. “Si internet hubiera existido al mismo tiempo que el coche, el concepto de carsharing existiría ya desde entonces. Los coches siempre han tenido cuatro plazas y siempre ha sido un despropósito económico y ecológico no optimizarlos”, lanza seguro.
La primera razón que dan los usuarios para utilizar un coche compartido es la económica, ahorran mucho dinero”
La diferencia entre ese momento y ahora es la revolución digital. Los usuarios se suscriben en la web buscando un coche o, al revés, compañeros de viaje. A partir de ahí, todo son preguntas del sistema hasta que el vehículo se pone en marcha: si hablas mucho, eres un usuario bla, si hablas aún más, blabla, y si te encanta el palique, eres tres veces bla. Y así con otros detalles, como llevar una mascota o fumar. “Crear una comunidad de confianza es fundamental. Lo primero que se pregunta la gente cuando va a utilizar este servicio es, ¿con quién voy a viajar? Por ello disponemos de un sistema de preferencias, fotos de los usuarios, una pequeña biografía y un sistema automatizado para comprobar los números de móvil”.
Francia es su primer mercado, “un país donde la gente se mueve mucho y con unos precios de tren que no dejan de subir”. La joven compañía ha logrado en este tiempo más de tres millones de usuarios y “está en equilibrio financiero”, una forma elegante de rehusarse a dar detalles sobre los beneficios.
Después de España, Reino Unido en 2011; Italia, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Polonia y Portugal en 2012, y este año, Alemania. “Allí no tendremos que explicar a qué nos dedicamos, es uno de los países con mayor desarrollo del coche compartido”. ¿Qué empuja a la gente a querer compartir vehículo para un trayecto entre Madrid y Barcelona? “La primera razón que daba la gente en una primera encuesta que realizamos es la económica, con este sistema la gente se ahorra cientos de euros al mes. En segundo lugar, prefieren viajar acompañados que aburrirse con el único sonido de la radio durante 500 kilómetros”. La conciencia ecológica viene al final, “pero no es lo que empuja a la gente”.
En este sentido, “en Europa hemos superado la necesidad de demostrar nuestro estatus social con un objeto, y el coche ha sido el objeto social por excelencia para demostrar la clase social. La progresión material siempre se ha vinculado a un coche: A los 18 años, heredamos el de la abuela;a los 25 nos compramos el primer vehículo con el primer sueldo, y a partir de los 35 lo cambiamos por uno más grandes si tenemos familia. Ahora estamos volviendo a algo más sencillo, la gente se dice: necesito ir de un punto A a otro B, y busca la mejor forma. Hoy, el teléfono ha sustituido al coche como ejemplo de estatus, sobre todo en los jóvenes. Y es mejor así, al menos es más ecológico”.
El invento de Mazzela, que estuvo esta semana de paso por Madrid para asistir a una conferencia sobre la nueva economía que viene, más participativa, de la que esta compañía es un ejemplo –es especialmente bienvenido en un momento de crisis–, “pero no es el único motivo. La crisis es un acelerador, pero una vez que la gente lo descubre, con crisis o sin ella se sigue utilizando. No es un 1% o un 2% de diferencia en el consumo lo que hará la diferencia. Si una familia se ahorra 200 euros en cada trayecto a Barcelona, es decir 400 euros al mes, querrá seguir ahorrándoselos”.
El viaje se amortiza a partir de tres pasajeros y, por el momento, el 96% de los usuarios describe la experiencia como “muy positiva”, y repiten. Este modelo de negocio no está pensado para la ciudad, donde no hace falta tener un vehículo. Y “no sé cómo es en España, pero en Francia si vives en un entorno rural sin coche, estás perdido”, puntualiza. La compañía no se ha marcado por el momento dar el salto a otro país. “Por ahora vamos a centrarnos en Alemania”, concluye.
“España era un mercado natural, está al lado”
¿Una economía en la que no se incita al consumo, en la que se pueden repartir los bienes y recursos existentes? Es en parte la tesis en la que se apoya la economía participativa, de la que Francia figura entre los países más entusiasmados con la idea.“La tecnología ahora nos permite hacer públicos los recursos de los que disponemos en tiempo real, ya sea una plaza libre en un coche compartido o en una vivienda, si hacemos turismo, por ejemplo. Es la optimización de recursos que son muy caros y cuyo exceso de capacidad se pone al servicio de la gente que los necesita”.La evolución es un cambio radical en la forma de entender la sociedad de consumo. “Antes se te decía: ¿necesitas algo? Nosotros creamos algo nuevo para ti. Y al lado ya existía otra cosa diferente. Ahora es más difícil vender la novedad, y además ya no tenemos que probar que podemos consumir toneladas y toneladas de objetos. Quizá hemos pasado la adolescencia y estamos madurando”. La compañía desembarcó en España por ser el país vecino. “Nos dimos cuenta de que muchos franceses pasaban la frontera hacia España para pasar sus vacaciones. Ahora aquí también funciona muy bien”. El perfil del usuario suele ser urbanita y con necesidad de realizar trayectos largos. El país galo es pionero en el modelo de coches compartidos. París fue la primera ciudad de Europa en lanzar Autolib, un servicio municipal de alquiler de vehículos eléctricos para trayectos cortos dentro de la ciudad que ya supera los 6.000 usuarios.