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Columna
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La energía solar, en pie de guerra

Una guerra comercial se está gestando alrededor de los paneles solares, aunque el motivo de parece débil. Los fabricantes occidentales probablemente exageran el impacto de los baratos productos chinos en la industria. Sus beneficios tienen que remontar, pero la subida de aranceles y las posibles represalias de China solo pueden conducir a una energía solar menos competitiva.

La UE podría imitar pronto a Estados Unidos con una aumento de tasas a las importaciones de paneles chinos. El gigante asiático, por su parte, amenaza en el ámbito de los derechos del polisilicio, la materia prima de los paneles y un mercado todavía dominado por los fabricantes occidentales.

No hay duda de que los fabricantes están sufriendo. Hace tres años, sus márgenes brutos eran del 30%, mientras que a finales del año pasado –incapaces de mantener los precios a causa de un descontrolado exceso de capacidad– vendían sus productos con pérdidas. No hay duda de que el crédito barato y otros incentivos de Pekín se lo han puesto más fácil a los fabricantes chinos, que han aprovechado la oportunidad para ganar cuota de mercado.

Una industria poco rentable no es lo más deseable. Los elevados aranceles solo servirán para aumentar los costes globales, algo que no ayudará a nadie, ya que los esfuerzos de los fabricantes de paneles han contribuido al auge de la demanda solar. Las subvenciones solo han acelerado la tendencia. Gracias a la caída de los costes a lo largo de la cadena de valor, incluso la energía solar libre de subsidios ya puede competir con los combustibles fósiles en algunos nichos de mercado y podría plantearse desplegar una competitividad más amplia.

Los políticos deben recordar que, siempre y cuando las luces se enciendan, a la mayoría de las personas no les importa de donde vengan. El carbón, el petróleo, el gas y las energías renovables rivales serían los verdaderos ganadores de una guerra en el comercio solar.

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