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Columna
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La banca griega y el caso de Chipre

Los depositantes chipriotas estarán maldiciendo. Los dos mayores bancos griegos, el Banco Nacional de Grecia y el Eurobank, necesitan 15.600 millones de euros de capital entre los dos. Han estado luchando por atraer fondos extranjeros. Pero en lugar de sufrir un escarmiento al estilo chipriota, se mantendrán íntegros. ¿Qué ocurre?

Hay dos razones convincentes para este aparente doble rasero. Uno es que los bancos griegos pueden contar con 50.000 millones de euros de su rescate más reciente, que puede ser utilizado para nacionalizarlos a final de mes si no pueden conseguir al menos el 10% de los fondos que necesitan. Otro es que la eurozona ha estado insistiendo en que Chipre es un caso especial.

La fallida fusión entre Banco Nacional de Grecia y Eurobank podría haber ayudado reduciendo el agujero de capital si hubiese generado sinergias significativas. Pero las autoridades griegas se muestran escépticas ante ello. La dirección del Banco Nacional ha admitido que peleará por atraer el interés del sector privado. Dado el impacto que la fusión tendría en la competencia, las autoridades griegas pueden preferir reestructurar dos bancos pequeños en lugar de uno grande y más complejo.

Si la economía griega no se deteriora más de lo esperado, los depositantes de cualquier banco nacionalizado estarán bien. Pero si se torna a peor, la pérdida del 21% asumida como parte de las obligaciones del capital bancario griego puede ser muy optimista.

El gobierno griego tiene un colchón: los 50.000 millones de rescate incluían una facilidad de 5.000 millones para cualquier necesidad bancaria. Eso se reforzaría si Alpha y Pireo, los otros dos bancos, pueden encontrar inversores privados. Pero más allá de eso, la eurozona tendría que decidir si querría ayudar a los bancos griegos dándoles más capital. Si se resistiese a hacerlo, un destino al estilo chipriota podría empezar a ser menos descabellado para los depositantes griegos.

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