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El Foco
Tribuna
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La buena Marca España Agua

España vista desde el aire es, en buena parte, de color amarillo y marrón, nada que ver con el verde que tiñe a casi todos nuestros socios de la Unión Europea. Somos un país escaso en lluvias y mal repartidas, y por ello, cabría hablar de Milagro Español del Agua, pues el que en esta tierra seca podamos disponer de 300 litros por habitante y día y a un precio razonable, sería equivalente, en términos de sostenibilidad medioambiental, a que los habitantes de la Europa verde pretendieran disponer de 3.000 horas de sol al año y a un precio justo. Un milagro que se agranda, al servir también agua buena, bonita y barata a los 60 millones que nos visitan cada año en lugares donde apenas hay recurso de agua natural. Gracias al conjunto de captaciones, trasvases, desalación y reutilización se surte a una población que todos los veranos se multiplica por diez. Nada que ver con otras ciudades que, a pesar de sus apabullantes rascacielos, tienen siempre la botella de agua mineral en los lavabos, incapaces de dar agua potable por el grifo.

La escasez y el mal reparto del agua es ya un problema global grave. Hay quien piensa, hablando de cambio climático, que el mundo morirá de sed antes que de calor. España, sin embargo, está entre los 10 mercados de agua más grandes del mundo. Gracias a mucho trabajo en gobernanza, gestión del ciclo, abastecimiento a la población, reutilización o desalación estamos en las primeras posiciones del ranking a nivel global. Hemos construido más de 1.500 presas, (somos el tercer país del mundo en esta área), y gracias a ellas, a otras grandes obras hidráulicas (con escasísimos despilfarros), la innovación, la racionalización de los consumos y al control estricto de perdidas en redes, entre otros aspectos, podemos aprovechar el 40% del agua que nos llueve y no el pobre 8% que obtendríamos si no hubiésemos hecho nada. Una buena gestión que nos permite además prevenir enormes inundaciones que causarían miles de víctimas.El éxito español se refleja también en el bajo coste del agua. Pese a haber tenido que construir todas esas grandes obras hidráulicas necesarias, el agua cuesta entre la mitad y un tercio que en la Europa verde, donde la captan de la capa freática. Por ello, aunque aun quede mucho por hacer, somos un deseable modelo para los países emergentes y para los arrogantes BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que aun con sus prepotentes cifras de crecimiento tienen a cientos de millones de personas defecando en la calle. Por eso, las empresas españolas con su buen hacer gestionan cada día agua para más de 100 millones de personas fuera de España. Su área de influencia llega hasta las ciudades más desarrolladas del mundo donde logran reducir las pérdidas en sus anticuadas redes, haciendo Marca Agua España. Un logro que abarcaría muchos más millones si pudieran también acceder a todos los programas de cooperación al desarrollo, pues son ellas las que saben poner los grifos y el que se dificulte su entrada en ese ámbito es un verdadero desperdicio.

La Marca España Agua necesitada del buen hacer de todos, embarcados como estamos en una nueva guerra por los liderazgos globales en la que los líderes de opinión son esenciales y donde no hay mensajes gratuitos. Las perspectivas de inversión publico/privada son un atractivo a cuidar por todos. Incluso tenemos en España los tribunales más antiguos de Europa, el de las Aguas de la Vega de Valencia, o el Consejo de Hombres Buenos de la Huerta de Murcia, resolviendo conflictos sin coste de abogado ni procurador, ni tasas, todo un ejemplo de cómo disminuir la entropía del sistema. Pero el ser un país amarillo y marrón, nos obliga más que a otros a la solidaridad hidráulica. Hay agua para todos si la distribuimos racionalmente a través de los Planes Hidrológicos y de un bienvenido Pacto Nacional del Agua, que el Gobierno está retomando con coraje después de su injustificable abandono y de la perversión de priorizar la ideología, la política o los nacionalismos frente a la razón solidaria en el debate hidráulico, como ya señaló Joaquín Costa hace 100 años. La planificación es el primer paso para la buena gobernanza del agua, pero hay que aprovechar la revisión de las competencias locales y la propia ley de aguas para afrontar también con racionalidad solidaria el reparto competencial, unificando regulaciones y evitando llenar el paisaje de depuradoras abandonadas. El agua hay que pagarla y lo esencial, antes de la cuestión pública o privada, es que esté bien gestionada. El agua hay que captarla, almacenarla, transportarla, potabilizarla, distribuirla, depurarla, verterla y en ocasiones reutilizarla. Hacerlo cuesta alrededor de 2 euros el metro cúbico.

Probablemente los ingenieros nos hemos equivocado al contabilizarla en metros cúbicos y no en litros, pues parecemos dispuestos a pagar un euro por una berenjena ecológica, pero nos cuesta mucho pagar 0,0007€ por depurar el litro de agua que ensuciamos. Un déficit de tarifa del agua es una tremenda irresponsabilidad que aún estamos a tiempo de evitar con una estricta recuperación de los costes, incluyendo los medioambientales, como prescribe la Directiva Marco Europea, pero sin cargarla de costes espurios como deudas institucionales, engordes administrativos o simplemente mala gestión. No repitamos con el agua el desastre del déficit de tarifa eléctrica. Completar el ciclo del agua en España, culminando la depuración supondría una inversión del orden de 20.000 millones de euros, para un consumo urbano de 5.000 hectómetros cúbicos al año, menos de 4 euros por metro cúbico, o mejor aún, menos de 0,0004 euros por litro a amortizar en varios años. En el proceso, además, crearíamos del orden de 20.000 empleos, no parece mala inversión. La buena Marca España Agua, supone un desafío que merece el apoyo de todos, comenzando por nosotros mismos, las asociaciones del sector que estamos embarcados en un esfuerzo de agrupación sectorial, pues entendemos que con ello también contribuimos a promoverla y defenderla.

José Luis González Vallvé es Director General de AGA

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