Todos pendientes del 6 de noviembre
Tal y como sucede cada primer martes de noviembre de cada cuatro años, el próximo 6 de noviembre todo el mundo estará más pendiente si cabe de lo que suceda en Estados Unidos. Ese día, Barack Obama y Mitt Romney se juegan ante las urnas nada más y nada menos quien llevará las riendas de la primera potencia económica del mundo durante los próximos cuatro años. Los comicios se presentan extremadamente ajustados, tras una campaña en la que los candidatos se han empleado a fondo, han puesto sobre la mesa dos modelos absolutamente enfrentados a la hora de afrontar prácticamente cualquier tema y que en su tramo final se ha visto conmocionada por los efectos del huracán Sandy.
Desde el punto de vista eminentemente económico, hay dos grandes temas sobre los que giran las evidentes diferencias de planteamiento de los candidatos demócrata y republicano. El primero, y más relevante, es cómo reducir el déficit, el gran caballo de Troya de la economía de Estados Unidos y una de las grandes preocupaciones -por no decir la mayor- del mundo de los negocios que mueve Wall Street. Tanto Obama como Romney coinciden en la necesidad de hacerlo, pero el camino para llegar a conseguirlo es lo que diferencia, y mucho, a ambos.
El actual presidente es partidario de hacerlo con una fórmula que combine tocar lo mínimo posible el gasto social con un aumento de la presión fiscal sobre las rentas altas. En concreto, pretende que las exenciones fiscales fijadas por su antecesor en el cargo decaigan para las personas que ganen más de 200.000 dólares al año y para los hogares que ingresen más de 250.000 dólares y acumulen un patrimonio de más de 8 millones de dólares. Además, tiene previsto incrementar la tributación de las ganancias de capital conforme a la denominada regla Buffett y que las grandes multinacionales que están exentas de pagar impuestos por los beneficios obtenidos fuera de Estados Unidos tributen por ellos.
La postura de Romney es absolutamente distinta desde el inicio, desde la concepción del problema. El candidato republicano es partidario de una drástica reducción de todo tipo de gasto público, incluido el social, menos el destinado a Defensa. Y, por supuesto, se opone radicalmente a cualquier incremento de la presión fiscal. Es un acérrimo defensor de que los aumentos de la recaudación vienen de la mano de una rebaja de los impuestos que genere una mayor actividad y, por ende, un mayor volumen sobre el que actuar fiscalmente. De hecho, Romney es partidario de rebajar los impuestos un 20% para empresas y particulares.
El otro gran debate económico, aunque con un clarísimo y singular trasfondo político, es cómo conducir las relaciones con China, la gran economía emergente mundial y, dato vital, el principal tenedor, con diferencia, de deuda de Estados Unidos. Barack Obama es partidario de no forzar la máquina con las autoridades chinas y mantener un equilibrio estable en las relaciones bilaterales, algo con lo que no está de acuerdo su contrincante electoral. Mitt Romney es defensor de endurecer la postura política sobre el gigante asiático. Cualquier movimiento en este sentido tendría una repercusión notable en el conjunto de la economía mundial, en un momento el que la crisis lo ocupa todo.
De hecho, la crisis ha sido otro de los temas básicos de la campaña electoral estadounidense. Y, por supuesto, ha tenido su derivada hacia la recesión que atraviesa Europa, algo que inquieta notablemente a los dos candidatos por los efectos que pueda tener en el ritmo de la recuperación de la economía norteamericana. Incluso la posibilidad del rescate a España se ha hecho un hueco en la campaña de las elecciones presidenciales. Pero al margen de declaraciones más o menos impactantes -Obama defendió un apoyo cerrado a España-, lo evidente es que cada día la economía española se juega más en Estados Unidos. Y no solo por las cuestiones de carácter macroeconómico. Los intereses de las empresas, especialmente las ligadas al mundo de las infraestructuras o al de las nuevas tecnologías aplicadas a la energía, han crecido de manera exponencial durante los últimos años y aspiran a seguir haciéndolo en los próximos.