Un mensaje de firmeza sobre libre mercado
La Comunidad Europea ha redoblado su ofensiva legal contra Microsoft en el marco del expediente que mantiene abierto contra la compañía por presunto abuso de posición dominante en el mercado. Bruselas formalizó ayer una nueva hoja de cargos contra el gigante de Redmond al que acusa de haber intentado imponer su navegador Explorer como única opción a los millones de usuarios -28 millones de ordenadores- que adquirieron el sistema operativo Windows 7 entre febrero de 2011 y julio de 2012.
La historia de este nuevo desencuentro entre Microsoft y las autoridades europeas de competencia se remonta a 2009, cuando tras abrir un expediente contra la compañía por abuso de posición dominante, la Comisión Europea le impuso como medida correctiva la obligación de facilitar a los usuarios la elección de navegador. Pese a ello, la empresa fundada por Bill Gates no siguió los requerimientos de Bruselas y se excusó en un "error técnico", que podría terminar costándole el 10% de su facturación si el expediente termina en condena. En caso de que fuese así, el gigante de Redmond uniría una nueva sanción a las tres multas que la Comisión Europea le ha impuesto desde 2004. Una abultada factura que ha supuesto casi 1.700 millones de euros.
Dado el largo rosario de sanciones impuestas, Microsoft parece haber optado por una estrategia de hacer y luego pagar los platos rotos. La compañía se muestra aparentemente inmune a las advertencias y multas con las que Bruselas ha respondido a sus prácticas de abuso en el mercado. Con el Windows 8 recién salido del horno -se estrena hoy mismo- esta nueva ofensiva de la Comisión Europea parece querer dejar bien claro que la potencia y el músculo de una multinacional, por todopoderosa que esta parezca, no puede estar por encima de la normativa de defensa de la competencia que rige en la Unión Europea. Bruselas ya ha advertido de que la rebeldía de Microsoft podría propiciar un endurecimiento de la ley.
La firmeza europea en esta batalla es de agradecer, pero su contundencia sería mayor si fuese acompañada por una celeridad acorde con la gravedad de los cargos que se imputan a Microsoft. Bruselas ha tardado nada menos que un año y medio -desde la comercialización de la versión conflictiva del Windows 7- en iniciar oficialmente el procedimiento. Un plazo largo en exceso, que transmite una imagen de las autoridades comunitarias muy alejada de lo que correspondería a los guardianes del juego limpio en el mercado único. Más allá de cómo finalice el expediente, esta nueva ofensiva en defensa de la libre competencia debe servir de ejemplo sobre lo que Europa está dispuesta a consentir en las relaciones comerciales y sobre el modo en que el Viejo Continente entiende la economía de mercado.