Pequeño aval a Rajoy, serio aviso a Rubalcaba
Las elecciones gallegas y vascas dan un pequeño respiro a Rajoy, pero sobre todo dan un serio aviso a Rubalcaba. La retirada de la confianza a los socialistas no ha terminado, y se ha intensificado con descensos adicionales en estos dos feudos, independientemente de que estuviese en el Gobierno o en la oposición. Rajoy puede mantener su política, pero Rubalcaba, no puede.
Hacer lectura nacional de una elección regional es complicado. Ya se hizo en Andalucía, y sólo unos meses después los resultados desmienten las aseveraciones de entonces. En Andalucía ganó el PP, pero el PSOE logró retener el gobierno con el apoyo de Izquierda Unida, aunque quien realmente ganó aquellos comicios fueron la UGT y Comisiones Obreras, que clavaron una huelga general unos días antes de las urnas y salvaron buena parte de su manutención.
Es verdad que en Galicia se enfrentaban como las dos primeras fuerzas políticas el PP y el PSOE, y que de tal circunatancia se puede hacer categoría nacional, y puede concluirse que el electorado valora las políticas de rigor fiscal de Rajoy para recuperar la actividad económica, y que, por ello, estos resultados son un aval solo un año después de ganar con mayoría absoluta las elecciones generales. Así debe entenderlo también el PSOE, que sufre un desplome descomunal en esta región, en la que apenas conserva uno de cada dos votos logrados hace cuatro años.
Pero la lectura que Rubalcaba debe hacer de las elecciones gallegas no debe ser superficial, y debe servir para recomponer el tiro de su proyecto si no quiere que sea definitivamente enterrado por la gente en 2015, cuando vuelvan los comicios nacionales. En Galicia el PSOE es un reflejo de lo que es en España y en una gran cantidad de comunidades autónomas: está dividido, carece de proyecto unitario, y viaja continuamente de las posiciones socialistas a las nacionalistas, a conveniencia.
Tanto en Galicia como en País Vasco (aquí tiene una excplicación más lógica) los socialistas han descendido a los niveles tan pobres que registran desde hace años en Madrid, donde el cambio continuo de candidato y el nivel de su oferta les ha ido restando apoyo como si sufrieran el desgaste de una gestión que no tienen desde hace 20 años. A nivel nacional estas cotas de respaldo popular suponen quedarse en el 20% de sufragios, mientras que otras formaciones de izquierda (Izquierda Unida en este caso) se acercan peligrosamente a tales niveles. Así las cosas, no está escrito que el PSOE pueda seguir siendo la fuerza hegemónica o simplemente mayoritaria de la izquierda: tendrá que pelearlo.
La crisis y las políticas para corregirla han radicalizado a la población, como en otrros países europeos, y se resiste a las soluciones vagas, cambiantes del PSOE, que arrastra el estigma de haber quebrado al Estado con las políticas irresponsables del Gobierno de Zapatero (y van dos veces tras la de los noventa). El PSOE se mueve entre el centro izquierda desde el que gobernó tradicionalmente y las posiciopnes radicales de recuerdo del zapaterismo, identificadas en Carme Chacón, muy extendidas en muchas regiones (estuvo a punto de ganar el congreso de principios de año).
Seguramente el electorado del PSOE está fraccionado entre la moderación que supuestamente representa Rubalcaba y las posiciones de Chacón, que se diluyen entre el voto a Izquierda Unida y la abstención. Lo cierto es que para el bien de este país sería bueno disponer de una oposición más fuerte en manos del PSOE, menos radical de la que puede representar Izquierda Unida. Pero para ello debe encontrar un PSOE unido y con mensaje claro. Las elecciones catalanas supondrán un nuevo varapalo para el Partido Socialista por su anbigüedad ante el paso al frente independentista de CiU y la división no disimulada de sus líderes.
Una vez que pasen tales elecciones debería hacer una reflexión muy seria en la que Rubalcaba, hasta ahora semiescondido, debe ponerse al frente del proyecto y definirlo con claridad, para que sus votantes de siempre sepan a qué atenerse y los nuevos decidan si pueden respaldarse desde la izquierda o definitivamente le desplazan como la fuerza mayoritaria de la izquerda.