La factura del rescate de la banca se queda en España
La creación de un supervisor financiero único sigue adelante pero la recapitalización directa a través del MEDE no será retroactiva.
La canciller alemana, Angela Merkel, cerró el viernes de manera prácticamente definitiva la posibilidad de que el fondo de rescate de la zona euro asuma directamente el riesgo de las inyecciones de capital en las entidades financieras en dificultades. Otros líderes europeos no comparten la interpretación tan tajante de Berlín. Y los técnicos comunitarios no descartan que, más adelante, pueda llegarse a algún tipo de compromiso legal que permita a países como España liberarse al menos de una parte de la pesada carga presupuestaria que suponen los rescates bancarios.
Pero por ahora, tras la cumbre europea celebrada jueves y viernes en Bruselas, la factura del rescate de la banca española se queda en la contabilidad del Gobierno de Mariano Rajoy, que había soñado durante unos meses con librarse de tanto número rojo.
La multimillonaria factura había provocado en el Ejecutivo español una reacción psicológica que, salvando las distancias con un drama personal, parecía seguir las cinco fases del dolor ante una pérdida irreparable. Negación, ira, depresión, pacto, aceptación.
Moncloa se negaba hasta hace poco a admitir que el rescate, en forma de préstamo del MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad) de hasta 100.000 millones de euros, correría por cuenta del Estado de manera indefinida, con un impacto considerable en las cifras de deuda y déficit público.
Durante algunas semanas, Madrid incluso reaccionaba con indignación ante el creciente número de fuentes comunitarias que descartaban el traspaso de la factura al balance del MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad), incluso tras la creación de un supervisor financiero único como sugerían de la cumbre europea de junio. "Los acuerdos están para cumplirlos", insistía una y otra vez el Gobierno español.
Pero la negación dejó paso a partir de finales de septiembre a una depresión sufrida con un discreto mutismo oficial. Imposible ya ignorar por más tiempo que Alemania nunca aceptaría que el MEDE asuma el saneamiento de entidades que se hubieran hundido mientras se encontraban bajo la supervisión de las autoridades nacionales. La posibilidad, siempre remota, de que el contribuyente europeo acabase pagando fiascos como el del Banco de Valencia, comenzaba a evaporarse. Y por si había dudas, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, lo puso por escrito en una declaración suscrita también por Holanda y Finlandia: "Cada Estado deberá asumir los activos malos previos a la creación del supervisor único".
Solo quedaba entonces una opción: negociar para salvar el conjunto del proyecto de la unión bancaria, cuyo alcance rebasa claramente el saneamiento en marcha de la banca española. "Vayamos a la mayor, que es donde uno está más confortable", resumió su estrategia, en términos casi de mus, el presidente Mariano Rajoy tras la cumbre europea del jueves y viernes.
Y la jugada le salió relativamente bien, aunque España perdiera en el envite a la chica de la inyección directa de capital en sus bancos. "No habrá recapitalización directa retroactiva", zanjó el viernes la canciller alemana, Angela Merkel, por si había quedado alguna duda entre las filas españolas.
La canciller de plomo podía haberse ahorrado tan contundentes palabras porque el Gobierno español ya llevaba varios días masticando con resignación la inevitable factura. Y tratando de minimizar una repercusión presupuestaria que, según Rajoy, "tampoco era la preocupación más importante del Gobierno" porque "al final [el rescate de la banca] serán unos 40.000 millones de euros, o cuatro puntos del PIB".
Incluso si la cifra se queda en ese nivel, el rescate supone ya más del doble de la recaudación anual del impuesto de sociedades (19.000 millones de euros) y casi un 25% más que el gasto anual en subsidios de desempleo (unos 30.000 millones de euros).
El Ejecutivo español espera que las entidades rescatadas devuelvan buena parte de la inyección de capital. Pero de momento el Estado deberá anotar en su balance el préstamo del MEDE, lo cual elevará los números rojos por encima del 90% del PIB. Además, la amortización y el interés añadirá algunas décimas a unas cifras de déficit publico que llevan cuatro años por encima del 6%.
Pero Rajoy, consciente de que poco se puede hacer para evitar ese impacto, prefirió aferrarse al acuerdo de la cumbre europea para seguir avanzando en un proyecto de tanta envergadura como la unión bancaria. Una unión que aspira a la integración completa del sector financiero de la zona euro, hasta el punto de que las entidades bancarias podrían perder su adscripción nacional para operar bajo bandera únicamente europea.
"Creo que estamos en un momento my importante de la historia de Europa", enfatizó en Bruselas el presidente del Gobierno tras la segunda y última jornada de la cumbre. Y subrayó que, si bien el primer paso de la unión bancaria (la creación de un supervisor único) se pergeño en la cumbre de junio, solo ahora se había confirmado su puesta en marcha a lo largo de 2013 y que el Banco Central Europeo será el eje del nuevo modelo de supervisión.
Días antes de la cumbre, el propio objetivo de centralizar en Fráncfort la vigilancia de los 6.000 bancos de la zona euro estaba en peligro. Primero, por las reticencias de los 10 países de la UE que no forman parte de la zona euro y cuyo visto bueno resulta imprescindible porque el Reglamento del supervisor debe ser aprobado por unanimidad de los 27 socios comunitarios, previa consulta al Parlamento Europeo. Y en segundo lugar, por la resistencia de Berlín y otras capitales a fijar un calendario más o menos vinculante para la transformación del BCE en la máxima autoridad bancaria.
La cumbre de esta semana no ha despejado del todo esas incertidumbres. Resulta previsible que algunos socios con moneda propia, como Reino Unido, Suecia o República checa, planteen serias objeciones durante los próximos meses. Tampoco cabe descartar que Alemania remolonee para retrasar un proyecto que amenaza con sacar a luz la situación real de su sector financiero. Y es muy probable que el marco legal para el nuevo supervisor no esté rematado el 1 de enero de 2013, como proponen las conclusiones del Consejo Europeo aprobadas el viernes.
Pero la zona euro marca un rumbo aparentemente irreversible. Y comienza a concretar el mayor salto de cesión soberanía económica desde la creación del BCE en 1998 y el nacimiento del euro un año después._Fuentes españolas se muestran convencidas de que la confirmación del proyecto de unión bancaria contribuirá a estabilizar los mercados y mejorará la confianza de unos inversores que habían llegado a dudar de la supervivencia de la moneda única.
Algunas fuentes del Gobierno incluso consideran que las conclusiones del Consejo acelerarán la caída de la prima de riesgo, aunque el viernes no se cumplió el pronóstico y repuntó ligerísimamente hasta los 377 puntos. A primera vista da la impresión de que los mercados no se conforman con proyectos ambiciosos pero a medio plazo como la unión bancaria. Y siguen esperando, con creciente impaciencia, que España pida ayuda al MEDE para habilitar una intervención del BCE.