Rock in Río, ¿presagio de lo que está por venir?
Su creador, el empresario Roberto Medina, ha dicho que espera que el macrofestival de música que engendró en 1985, Rock in Río, se acabe convirtiendo en una institución de masas mundialmente reconocible, como lo son los Juegos Olímpicos o el Mundial de Fútbol. Las cifras de la edición madrileña de este año, clausurada este mismo fin de semana, no invitan a dejarse llevar por el optimismo del manager.
El colofón del certamen, confiado a los siempre atractivos los Red Hot Chili Peppers, logró reunir a 55.000 personas ante el escenario central del complejo de Arganda del Rey. Contando las cuatro jornadas de conciertos, el público total asciende a 183.000, según datos de la organización del evento. O lo que es lo mismo: 40.000 personas menos que en la anterior edición madrileña del festival internacional, en 2010.
El descenso de asistentes no se puede atribuir al eclecticismo del cartel, que es de hecho una de las características del festival. Eso sí: mientras que en esta edición los platos fuertes corrían a cargo de Incubus y Red Hot Chili Peppers, en la de hace dos años el pedigrí era más alto: Mötorhead, Metallica, Jane's Addiction y Rage Against the Machine. La parte suave del evento también ha bajado el listón: Lenny Kravitz y Maná (Rihanna canceló su actuación en el último momento) frente a Shakira, Bon Jovi o Miley Cyrus, entre otros.
Al margen del efecto programación, la realidad es que ha habido un acusado descenso en la asistencia a Rock in Río. Un dato más a añadir al caudaloso torrente de noticias que afectan al turismo (la afluencia extranjera al certamen es significativa). Esperemos que el batacazo del 17% en la asistencia al festival sea la excepción de este verano, a cuyo calendario aún le quedan varias citas marcadas en rojo (FIB de Benicassim, BBK de Bilbao, etc.).