Los porqués del rescate
¿Qué razones han impulsado el rescate? Tras responder a esa pregunta, el autor examina las consecuencias de la intervención: más monitorización de la economía y las finanzas españolas.
Los acontecimientos de estos días, y su desenlace final el pasado sábado, sugieren múltiples preguntas. De entre las posibles, permítame intentar responder algunas que atañen a las razones que impulsaron el rescate, al momento en que se instrumentó, a la forma adoptada y a sus consecuencias.
Algunos de los porqués y el cuándo son inseparables. El primero es la incertidumbre sobre las elecciones griegas. Sea cual sea su resultado, parte de la tremenda presión que ha sufrido Mariano Rajoy obedece a la convicción de que Grecia podría generar nuevos choques sobre la estabilidad de la eurozona.
Además, el rescate tiene lugar en un clima de pesimismo respecto del futuro inmediato de la economía global y la crisis bancaria en España ha vuelto a reactivar la desconfianza sobre el euro, en unos momentos en los que tanto EE UU como las principales economías emergentes están moderando su crecimiento. En tercer lugar, este enfriamiento ha comenzado a traducirse en temores adicionales sobre el futuro de los países del este de Europa, donde la banca europea tiene créditos que rondan los 500.000 millones de euros.
Este clima más incierto, en cuarto lugar, presiona sobre los valores de la deuda pública en poder de la banca europea, de forma que el deterioro de la actividad refuerza el ciclo perverso de caídas de la deuda soberana y pérdidas bancarias, definiendo un preocupante panorama bancario. Finalmente, la salida de capitales que ha tenido lugar en España en las últimas semanas amenazaba con generar un pánico bancario en nuestro país que podía extenderse a la banca de otros países del área.
Otros porqués reflejan problemas. Las previsiones para finales de 2012 sitúan la deuda pública en el entorno del 80% del PIB. Si a ello le suman otros 10 puntos de déficit en 2013 y 2014, más la que el FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria) necesitaba emitir para recapitalizar la banca española con problemas (pongamos otros 8 puntos del PIB), resulta que, a finales de 2014, nos situaremos, como mínimo y si las cosas no se tuercen más, con una deuda pública en el entorno del 100% del PIB. Por esto el FROB no ha podido acudir a los mercados en busca de la financiación precisa que, finalmente, nos han tenido que conceder nuestros socios. Dado que dicho rescate era inevitable, la cuestión a plantearse a continuación se refiere al cómo se ha instrumentado, en una forma que el Gobierno de Rajoy había intentado desesperadamente eludir.
Dado que el FROB no podía acudir a los mercados, evitar la intervención implicaba necesariamente reducir la prima de riesgo. Para conseguirlo, inicialmente se destacó la sintonía en el ajuste con Alemania. Posteriormente, visto que los alemanes no cedían en temas cruciales para España, Rajoy se alineó con Hollande en la gestión de un frente procrecimiento, con Monti al lado. Y, finalmente, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría fue a EE UU para que Obama y el Fondo Monetario Internacional (FMI) adoctrinaran a Alemania en favor de España.
Estos movimientos de apoyo se conjugaron con peticiones más concretas. Que el Banco Central Europeo (BCE) interviniera en los mercados para reducir la prima de riesgo. Vana esperanza: el BCE, como es sabido, ha estado de perfil en toda esta crisis, lo que equivale a decirnos: hagan ustedes sus deberes, si pretenden que les ayude. Y los deberes, para el BCE, eran solicitar ayuda formalmente. Que el Fondo de Estabilidad pudiera prestar directamente a los bancos. Tampoco era posible por la oposición alemana. Que se acelerara la creación de una unión bancaria, imposible en el contexto actual, y no solo porque Alemania se opone a garantizar los depósitos (la deuda privada) de los países del Sur con la misma energía con la que se opone a garantizar con eurobonos la deuda pública.
En este contexto, la estrategia gubernamental ha oscilado bruscamente, desde defender la soberanía nacional en la determinación del déficit a la petición de unión fiscal y bancaria, pasando por la demanda de eurobonos, la súplica al BCE para que interviniera en los mercados de deuda o la de modificar el Tratado del Fondo de Estabilidad para que pudiera prestar directamente a los bancos. Pero ninguna estrategia ha funcionado. Y no lo ha hecho porque el Gobierno ha malinterpretado las señales que Alemania emitía y, en especial, ha subestimado la fortaleza de las convicciones germanas en la solución a la crisis.
Finalmente, ¿cuáles van a ser las consecuencias de la intervención? Todo crédito tiene condicionalidad y este no va a ser distinto. Además, la Comisión Europea ya ha hecho público que el FMI se sumará a la propia Comisión y al BCE en el seguimiento de los usos de estos recursos. Por tanto, aunque formalmente va a ser el FROB el que controle su distribución, en el cuarto de máquinas del mismo FROB vamos a tener instalada a la troika, aunque ello no implique exámenes públicos trimestrales de las finanzas del país como en Grecia, Irlanda o Portugal.
Finalmente, en la medida en que hemos demostrado nuestra incapacidad para obtener recursos por un importe modesto, es impensable que no aumente la monitorización de la economía y las finanzas públicas españolas. Cierto que no nos han intervenido. Pero no es menos cierto que hemos perdido uno de los escasos márgenes de maniobra que quedaban, el control de la reforma financiera y sus tiempos. ¿Nos queda algo de autonomía? Sinceramente, no.
Josep Oliver Alonso. Catedrático de Economía Aplicada (UAB)