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Columna
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El BCE deja de llevar la iniciativa

El Banco Central Europeo (BCE) está a la espera. Está a la espera de que la estancada economía de la eurozona presente un mayor deterioro antes de bajar los tipos de interés. Está a la espera de que los gobiernos de la eurozona hagan algo importante con Grecia y España. Y está a la espera de un plan a largo plazo para la unión monetaria y bancaria antes de ofrecer medidas a corto plazo, necesarias para mantener lejos el contagio. El BCE ha reprendido desde hace tiempo a los Gobiernos de la eurozona por su incapacidad. Ahora él está estancado en ese mismo pantano.

Después de tres años de crisis, la exasperación del BCE al ser la única institución medianamente eficiente en la eurozona es entendible. Una y otra vez, ha forzado a los gobiernos a hacer lo que pensaba que era necesario antes de tomar cartas en el asunto. Ahora no parece saber qué hacer con la parálisis política griega y el lío bancario en España. Esta, como antes Portugal o Irlanda, rechaza pedir un rescate, aunque no sería más que un rescate light, una recapitalización de los bancos el país. Los gobiernos de la eurozona son impotentes, si bien su Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) podría establecerse para usarse inmediatamente.

La mejor manera para hacer eso sería permitir al FEEF o a su sucesor, el Mecanismo Europeo de Estabilidad, ayudar a los bancos españoles directamente. La mayoría de los gobiernos están a favor de esta solución. Los bancos centrales también, a a pesar de que el BCE no ha dicho esto explícitamente. Pero Alemania se opone, o bien, quiere otras concesiones antes de aceptar.

El BCE podría de nuevo empujar a los gobiernos a hacer lo necesario, incluso a costa de ignorar las sutilezas diplomáticas. Pero está cohibido por la oposición alemana. En lugar de actuar, esperará hasta que los gobiernos de la eurozona alcancen un consenso sobre un gran plan. Eso no pasará, si pasa, hasta finales de junio, como mínimo. ¿Y lo que pase mientras? Los mercados tendrán más miedo, serán más exigentes y todo el mundo seguirá tirando faroles. A pesar de que ninguna mano es más fuerte que dos.

Por Pierre Briançon

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