La elegancia con raíces de Carrera y Carrera
La francesa Nathalie Guedj dirige la principal marca de joyería de lujo española en un entorno rico en detalles con significado.
La españolidad de Carrera y Carrera es, para su consejera delegada, la francesa Nathalie Guedj (París, 1958), un aliciente pero también un reto abierto. "¿Cuántos consumidores españoles saben que una marca de aquí está entre las 30 principales firmas de joyería del mundo según todos los rankings?", se pregunta. Por el momento, el mercado local supone apenas el 20% de las ventas de la marca, que en cambio se enorgullece de su producción cien por cien española, tanto en diseño como en elaboración.
Carrera y Carrera como tal nació en los setenta como un negocio familiar, fue propiedad de Lladró hasta 2009 y en la actualidad pertenece a un grupo financiero extranjero del que no se comparten detalles, aunque es de común conocimiento que tiene un núcleo ruso. Guedj llegó a la empresa en 2006 y siguió a las riendas pese al cambio de propiedad. A ello debió contribuir su amplia experiencia en el sector -con años en firmas como Cartier-, su nada oculto amor por España y su evidente don de gentes. Y, como consecuencia, su despacho tiene un aire de permanencia incuestionable: está repleto de fotos y recuerdos personales, de detalles del buen gusto que inspira el trabajo de la marca y de material de consulta del mundo de la moda y el lujo.
Sin embargo, Guedj niega que la joyería sea exactamente un lujo: "Al basarse en oro o piedras preciosas, tiene un valor intrínseco que lo separa de lo que yo entiendo por lujo, que es algo efímero, un poco caprichoso. Una joya es un símbolo de riqueza pero no es inútil, puesto que no se desgasta y supone una inversión". Aunque confirma que el suyo es un sector en el que la crisis se ha dejado notar menos, por un lado porque no ha afectado a los clientes con mayor poder adquisitivo y, por otro, por esa condición de refugio: "Siempre habrá necesidad de dar señales de amor, de mostrar nuestro éxito, es algo tan viejo como la humanidad; y las joyas permiten hacerlo sin que el dinero gastado se desperdicie".
El despacho de Guedj es realmente luminoso, y con la proximidad de las montañas de la sierra de Madrid. La empresa se encuentra ubicada en San Agustín de Guadalix, en las faldas de las cordillera Central, y allí se llevan a cabo todas las labores de diseño y buena parte de las de montaje. En cualquier caso, las que se externalizan por cuestiones de producción siempre se quedan en España.
"La españolidad de la marca es uno de nuestros principales valores frente a la competencia, mayoritariamente francesa o italiana. Más allá de las circunstancias financieras actuales, los españoles parecen haber perdido de vista que existe una fuerte corriente de simpatía internacional hacia este país, hacia su estilo de vida y su gente. Y esa es una ventaja que debemos aprovechar, en contraposición a lo que ocurre por ejemplo con Francia, que me consta por experiencia personal que no despierta ese mismo tipo de simpatías entre el cliente estadounidense, por ejemplo", explica Guedj, que residió en Nueva York varios años representando a firmas de su país.
Y cuenta cómo corrigió a una diseñadora de la casa que quiso bautizar una pieza de aire sevillano como Taj Mahal porque sonaba exótico: "Le dije que tenía que llamarse Sevilla, Guadalquivir o similar; basta de prejuicios", espeta.
El hecho de que la única casa en propiedad que ha tenido se encuentre en el Ampurdán, y por tanto se desenvolviera en español, le abrió la puerta a su llegada a Madrid, donde parece establecida, aunque ahora sus hijos -uno trabajando en Tailandia, otro marchará a Canadá a estudiar tras el verano- inicien nuevas etapas. "Parece que han dado comienzo a la misma vida nómada que llevé yo", explica.
Esa experiencia maternal también se refleja, lo admite, en su forma de gestión. "Sí, soy un poco como una madre. Mi puerta está siempre abierta, tengo cariño por mi gente y me gusta escuchar, pero soy exigente y sé lo que quiero. Creo que la sinceridad es el mejor valor para cualquier relación y especialmente importante en nuestro trabajo. Este es un mercado en el que las cosas que están bien no sirven; solo nos conformamos con la perfección, y hay que pedirla cuando es necesario".
La definición que Guedj hace de su visión de la cliente tipo de Carrera y Carrera también sirve en alguna medida como autorretrato: "Es una mujer madura, de personalidad fuerte, que no se conforma con lo convencional. Segura de sí misma, reconoce la calidad y siente que se puede arriesgar un poco más con algo diferente".
Los valores del toro
El año 2009 no fue bueno para Carrera y Carrera, con una caída en su facturación del 40%. Guedj decidió regalar a todos los empleados una reconocible silueta de toro, y hoy la destaca como el objeto favorito en su despacho. "Quería transmitir que los valores que necesitábamos eran los del toro: la fortaleza, la belleza, la dignidad, el no saber mentir... Para mí es un icono no solo de la imagen que queremos defender hacia afuera, sino también del enfoque que quiero para nuestro trabajo". Sirviera o no esa inspiración, la firma ha crecido un 30% en cada uno de los años posteriores sin contar China.