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Columna
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La fiesta mexicana de Santander

Cuando se trata de vender activos, la sincronización de Emilio Botín es difícil de criticar. Desde la venta de la italiana Antonveneta en 2007 a la OPV por su unidad brasileña en 2009, el jefe de Santander tiene un don para vender en el pico. Los inversores deberían tenerlo en cuenta mientras el banco español se prepara para sacar a Bolsa a su filial mexicana.

Es fácil ver por qué Santander quiere realizar una OPV mexicana. La economía está creciendo a un ritmo saludable, el crédito está fluyendo y la morosidad está disminuyendo, exactamente lo contrario que en España. También hay espacio para crecer: los créditos bancarios significan solo el 20% del PIB, mientras que en Brasil son el 49% o del 80% en Chile. Mientras, al Santander le vendría bien un colchón adicional capital. Pese a que los reguladores españoles han instado a acometer mayores provisiones frente a promotores y los supervisores europeos han establecido una alta barrera de capital, los inversores siguen preocupados por su exposición a España. Se dice que la unidad mexicana, el cuarto mayor prestamista por activos, podría estar valorada entre 15.000 y 20.000 millones de dólares. Dado que Santander compró una parte de la unidad a Bank of America hace dos años por una valoración implícita de 10.000 millones, puede parecer demasiado. Pero las perspectivas de la división han mejorado desde entonces. Cheuvreux espera que gane 1.200 millones de euros el año que viene, el doble que en 2010.

Aplicando el múltiplo de 10,8 veces los ingresos de Grupo Financiero Banorte -el único banco mexicano comparable-, el negocio de Santander estaría valorado en 13.300 millones de euros, suficientes para generar una plusvalía potente para su matriz. Pero los inversores que recuerdan la OPV de Santander en Brasil, que languidece ahora un 38% por debajo del precio de emisión, pueden ser cautos. El italiano Monte Paschi nunca se ha recuperado del excesivo pago por Antonveneta. Dado el historial de ventas astutas de Santander, habrá que persuadir a los inversores antes de comprar.

Por Fiona Maharg-Bravo

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