España y el dilema de la austeridad
Es difícil atraer a la población a una huelga general en un país con una tasa de paro del 23%. En efecto, la huelga de ayer en España, dirigida a parar la reciente reforma laboral del país, fue relativamente suave. Hay un aire de inevitabilidad en la austeridad que está por llegar, y que será descrita hoy en la presentación de los presupuestos para 2012. Demasiada austeridad puede ser contraproducente e incluso poco realista, pero el presidente Mariano Rajoy no tiene otra opción.
El tamaño del ajuste parece desalentador. El Gobierno central ya ha registrado un déficit del 2% en los dos primeros meses del año, frente al 1,3% del mismo periodo de 2011. La diferencia se explica por una aceleración en las transferencias financieras desde el centro a las regiones y la Seguridad Social, de acuerdo con Deutsche Bank. En realidad, la subida del déficit subyacente fue ligeramente superior a la del año pasado. El Estado puede consolarse en que las subidas de impuestos de diciembre empezarán a notarse en marzo.
Rajoy ha anunciado algunas de las medidas, como un mayor recorte en el gasto de los ministerios, y la congelación de los sueldos de los funcionarios. Las empresas están preparadas para tener que pagar más impuestos, ya sea con la eliminación de deducciones o con subidas directas de algunas tasas. Pero la preocupación sigue patente en las finanzas autonómicas, que acumularon dos tercios de la desviación del déficit de 2011. España admitió recientemente un déficit presupuestario del 8,5% del PIB en 2011, en contra del objetivo original del 6%.
Los economistas creen que será difícil para Rajoy reducir el déficit hasta el 5,3% acordado para este año con la Comisión Europea y otros miembros del euro. Parece casi imposible si el Gobierno persiste en su negativa de elevar el IVA. Ceñirse a la austeridad a toda costa puede ser contraproducente si envía a la economía a una caída en picado. Pero Rajoy ya ha quemado bastante capital político estableciendo su objetivo de déficit de forma unilateral, y tomando lo que se interpretó como una postura desafiante por sus compañeros del euro y el BCE. No será fácil salir del dilema.
Por Fiona Maharg-Bravo