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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Hacia una reconversión de la patronal

La declaración pública del presidente de la Confederación Empresarial Independiente de Madrid (CEIM) y vicepresidente primero de CEOE, Arturo Fernández, reclamando una reconversión integral de las patronales, tanto desde el punto de vista funcional como orgánico y financiero, ha desvelado la creciente preocupación de las organizaciones empresariales por cómo afrontar su futuro. Al igual que los sindicatos, han sido objeto de un notable recorte de las subvenciones nacionales directas, y empiezan a serlo también de aquellas que dispensaban las Administraciones autonómicas. Pero además de las exigencias financieras a las que puedan someterlas la falta de recursos públicos, las patronales (y también los sindicatos) pierden una fuente recurrente de ingresos, la que de forma exclusiva les proporcionaba la gestión de la formación profesional ocupacional en España.

Pero a la estrechez financiera obligada por estas circunstancias hay que añadir el cambio funcional al que se ven sometidas las patronales regionales y sectoriales, por cuanto la reforma de la negociación colectiva da un valor preponderante a los convenios de empresa frente a los de ámbito sectorial o territorial. Si la negociación colectiva se desplaza a las empresas, como debería ser para ajustar las condiciones laborales a la capacidad de cada corporación independientemente de su tamaño, los aparatos patronales, dedicados hasta ahora a resolver los contratos que regulan las relaciones industriales, quedan vacíos de contenidos. En buena lógica, las estructuras patronales deben virar hacia una función más específica de grupo de presión, de lobby ante quienes toman las decisiones en las esferas políticas y regulatorias, lo que les obliga a un inevitable adelgazamiento de sus efectivos. Es algo que ya hoy desarrollan asociaciones de grandes corporaciones en sectores como la banca, la construcción, la energía o la automoción.

Pero las patronales tienen que mudar su comportamiento desde las funciones originales que tomaron cuando, en los setenta, superaron la estructura sindical vertical, excesivamente funcionarial, a una mucho más técnica y de servicios. El eterno cuestionamiento de la representatividad empresarial, fundamentalmente extendido entre las empresas de pequeño tamaño y los autónomos, es en parte heredero de una patronal demasiado institucionalizada, con contacto limitado con la realidad empresarial. Desde ahora, y dadas las limitaciones obligadas a la presencia tentacular, CEOE no tendrá más remedio que estimular la afiliación de las empresas, sobre todo las de pequeño tamaño, para fortalecer tanto su posición funcional como la financiera. Al igual que debe ocurrir en los sindicatos, una representatividad anclada en la afiliación y una financiación anclada en las aportaciones de los socios son los pilares más sólidos de las organizaciones de esta naturaleza.

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