Una disección en vivo de la 'primavera árabe'
Lluís Bassets recopila sus reflexiones sobre el proceso .
Además de la crisis económica, o precisamente por ella, estos son tiempos interesantes en lo político. Quizá el proceso más inesperado y significativo es la llamada primavera árabe, a la que el subdirector de El País Lluís Bassets disecciona prácticamente en directo en El año de la revolución (Taurus), donde recopila artículos, entradas de blog e incluso notas personales tomadas a medida que se producían los acontecimientos del pasado año.
"No he querido hacer cambios ni correcciones en la primera parte del libro, en la que voy dando cuenta de los hechos a medida que se iban produciendo. En algunos casos mis interpretaciones se han demostrado equivocadas, pero creo que precisamente ahí el lector podrá extraer información sobre cómo se vivió todo el proceso", explica Bassets.
Además de ese relato en vivo, El año de la revolución ofrece un balance, de carácter más conclusivo, de lo ocurrido país por país; una perspectiva global sobre las razones de las revueltas y una reflexión sobre la vigencia del concepto de revolución, que parecía agotado con el carpetazo que Francis Fukuyama pretendió dar a la historia, pero resurge con estos movimientos.
Citando a Hannah Arendt, estas revoluciones fueron, como siempre, inesperadas, al menos en su envergadura. Bassets conoce a analistas que aseguran que vieron venir la situación, "pero no doy con los textos en que lo hicieron...". Por su parte, además de circunstancias puntuales -la más mencionada, el precio de los alimentos-, sí señala indicios que debieron haber inquietado a las cancillerías occidentales: "La oposición crecía en Egipto desde 2007, Túnez tuvo huelgas duras desde 2008, había distintos exiliados importantes... Sin olvidar factores como las condiciones demográficas, la distribución de la riqueza, la corrupción o el acceso de las clases bajas en progreso a la tecnología".
Sin embargo, los dictadores instalados en la zona "eran dados por buenos por Occidente, incluso algunos eran miembros de la Internacional Socialista, en una actitud difícilmente comprensible. Pero la posición occidental, impulsada también por Israel, era la de que se trataba de regímenes fáciles de manejar, en los que bastaba con mantener contento al carcelero".
Ahora, en cambio, la incertidumbre no solo afecta al futuro de muchos de estos países, sino sobre todo a sus relaciones exteriores en entornos especialmente sensibles: "En Egipto, por ejemplo, no sabemos con exactitud qué terminará ocurriendo. Pero lo que está claro es que un gobierno que resulte allí de las urnas va a ser mucho más duro de pelar que Mubarak, no va a aceptar las condiciones actuales de su relación con Israel".
Bassets considera cerrada la primera oleada árabe, "tal vez la primera ocasión en que esta parte del mundo está en vanguardia de sucesos históricos globales", porque el conflicto sirio "amenaza con derivar hacia algo distinto, un enfrentamiento entre chiitas y sunitas". La cuestión está en si este modelo de movimiento puede extenderse a zonas en las que percibe "inquietud, como Rusia, China o los países africanos".
Las herramientas que lo permitirán pueden ser, por supuesto, las redes sociales: "Como periodista, además, un factor que obliga a reinterpretar nuestro trabajo, como vemos ahora al convertirse en la única fuente de información sobre Homs".