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Tribuna
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El modelo de urbanismo del siglo XXI

La definición del modelo de urbanismo que requiere el siglo XXI exige recordar los ejemplos más importantes e influyentes del siglo pasado, que se resumen en la ciudad funcional definida en la Carta de Atenas, manifiesto publicado por el arquitecto suizo Le Corbusier en 1942, cuando formaba parte del Congreso Internacional de Arquitectura Moderna. Este congreso, desde su constitución en 1928, debatió sobre el urbanismo, la arquitectura y la planificación urbana, para determinar cómo este conjunto de disciplinas podían resolver los problemas de las ciudades del futuro con criterios de separación de funciones y usos, diseñándose de esta forma grandes ciudades -como Brasilia- o grandes barrios en España, Europa y Estados Unidos.

Muchos de los aspectos de estos modelos han resultado utópicos y han generado excesivas segregaciones, obligando a la reforma de algunos barrios modernistas. Sin embargo, la ciudad ha ganado en validez, pues en ella se concentra cada vez más la mayoría de la población, lo que supone la necesidad de resolver los problemas sociales, económicos y medioambientales que derivan de un proceso imparable. De hecho, en el año 2030 el 60% de la población mundial vivirá en ciudades (hoy el 49%).

El mayor reto del nuevo urbanismo surge de dos cuestiones. La primera corresponde a los conceptos de sostenibilidad, que afectan a aspectos políticos, sociales, económicos, financieros, tecnológicos, culturales, jurídicos y ambientales, destacando las nuevas configuraciones geopolíticas, la gestión y distribución de los recursos hídricos, la pobreza por la falta de acceso a la alimentación, la educación para todos los segmentos, los problemas ambientales derivados del calentamiento global y los desastres naturales, la dependencia de los recursos energéticos tradicionales, la necesidad de alcanzar soluciones financieras viables, los cambios culturales, la radicalización de las regiones y las diferencias étnicas, etc. Cada uno de ellos se deben abordar de forma distinta según el país o continente del que se trate.

La segunda cuestión es que la sociedad del siglo XXI no se parece en nada a la del anterior, en la medida en la que se ha producido una verdadera revolución en materia de conocimiento a través de internet y en la difusión gratuita, inmediata y universal de las opiniones particulares a través de las redes sociales, lo que está produciendo y va a producir alteraciones sustanciales en las estructuras sociales y económicas. En Europa, el diseño de las nuevas áreas urbanas se ha paralizado casi por completo debido a la crisis inmobiliaria. Además, estamos entrando en una situación de concentración de las intensidades urbanas por causas económicas y, en algunos casos, demográficas. Esto supone la necesidad de realizar operaciones de reforma urbana y de transformación en áreas completas, poniendo en valor zonas con disfuncionalidades y con un alto grado de complejidad por la intervención de múltiples actores. Los retos urbanísticos de sostenibilidad y de cambio económico y social tienen en común su complejidad y deben afrontarse con los siguientes criterios:

Los trabajos urbanísticos se tendrán que realizar por equipos multidisciplinares y no por un único arquitecto planificador o creador, con objeto de coordinar responsabilidades entre los diferentes órganos encargados de impulsar y controlar el desarrollo urbano.

Se deben concebir como proyectos estratégicos, cuyo éxito dependerá del equilibrio entre la economía, el medio ambiente, la sostenibilidad, las necesidades sociales, el mundo de la información y las redes sociales.

Se deberán pensar a escala global, regional y local simultáneamente, estimando al mismo tiempo los valores culturales y singulares de las ciudades, que van a ser mayoritariamente intermedias y que ya constituyen un patrimonio mundial.

Por último, el urbanismo deberá ser gestionado con la colaboración entre los actores públicos que defiendan la acción y los intereses colectivos, y los actores privados que representen la libertad individual y el desarrollo económico, teniendo presente que el objetivo final debe lograr ciudades inclusivas que den respuesta a todas las capas de la población.

La situación actual en nuestro país exige un esfuerzo inmediato de imaginación y de responsabilidad política que permita compatibilizar los conceptos teóricos y los intereses profesionales para alcanzar soluciones económicas realistas, sin distorsionar nuestra realidad jurídica. En este sentido, España debe situarse en el marco europeo como un país serio, con capacidad empresarial y aptitud de superación, con una regulación segura y avanzada, teniendo en cuenta el potencial que supone su alta calidad de vida, su cultura, su clima, su situación demográfica y su nivel de desarrollo.

Leopoldo Arnaiz Eguren. Presidente de ARNAIZ & Partners

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