Desapalancar para crecer de nuevo
El alto grado de endeudamiento de los agentes privados españoles, tanto empresas como hogares, es uno de los obstáculos más determinantes para reactivar la demanda interna, tanto de consumo como de inversión, y con ella el crecimiento de la economía. La economía española ha acumulado hasta 13 años de endeudamiento creciente, con tasas de avance en algunos años superiores al 20%, y los niveles de apalancanmiento son ahora los más altos de la historia. Como es lógico, el ciclo alcista ha provocado una inflación de balances empresariales y familiares que debe ser corregido. Es un fenómeno que podemos comparar vulgarmente con la resaca que sigue a una borrachera sabatina: a mayor cantidad de ingesta alcohólica, resaca más violenta y prolongada.
Algunos gestores bancarios han hablado de descensos del crédito bancario durante dos o tres años y a tasas abultadas, no inferiores al 5%, para corregir la situación. Y un informe detallado elaborado por los servicios de estudios de La Caixa cifra el periodo de desapalancamiento de la economía española en no menos de siete años, que concluiría no antes de 2017, puesto que la crisis inmobiliaria ha provocado una crisis bancaria ulterior que complica la solución. No quiere decir que no haya crédito nuevo durante todo ese periodo, pero hasta que no se supere el umbral de 2017, si no hay cambios profundos en la política económica, el endeudamiento sobre PIB descenderá y estará por debajo de la tendencia de largo plazo, y que en tales fechas debería moverse en torno al 140% del PIB.
El desapalancamiento realizado hasta ahora por la economía española es muy escaso, muy lento. El crédito general sigue creciendo, y lo ha hecho en más de un 8% en los tres últimos años, aunque para actividad productiva al sector privado se ha reducido ligeramente. Y de mantenerse a ese ritmo, el umbral citado por los expertos de 2017 no se antoja en absoluto imposible. Pero, en cualquier caso, está muy alejado en el calendario de un escenario de recuperación del crecimiento como el que precisa España para absorber el elevado nivel de desempleo que tiene.
Se puede crecer sin crédito. De hecho ha ocurrido en el pasado, cuando los costes de financiación eran prohibitivos por la presión del déficit y la deuda pública sobre el ahorro privado. Pero España no puede esperar a que el crecimiento vuelva a estar fundamentalmente amparado en la inversión generada por el ahorro privado. Si lo hiciera, las tasas de avance no serían lo generosas que deben serlo para llegar al crecimiento potencial y, por tanto, no resolverían el problema. Son, por consiguiente, más necesarias que nunca las reformas estructurales de todos los mercados de bienes, servicios y factores para movilizar todos los recursos y ponerlos a trabajar, para que el endeudamiento no sea un obstáculo insuperable.