Una cita para estrechar lazos
Xi Jinping y Barack Obama celebrarán su reunión en el día de San Valentín. El presumible próximo presidente chino suele reunirse con el líder norteamericano en Washington, como ya hizo su predecesor hace diez años. Pero esta vez hay más en juego. Obama, que encara unas elecciones en noviembre, tiene que mostrarse firme. Xi está bajo la presión de mantenerse frío y apaciguar a los más críticos cuando vuelva a casa.
Cuando Hu Jintao visitó a George W. Bush hace una década, las relaciones entre ambos países eran tensas. Taiwán, y el accidente de un avión de vigilancia norteamericano en el espacio aéreo chino, pesaban mucho. Pero la guerra contra el terror creó un propósito común. Aparte del intento de la congresista Nancy Pelosi de entregar un fajo de cartas sobre el Tíbet a Jintao, no hubo más que destacar de aquella reunión.
Pero hay tres cosas diferentes ahora. El comercio, que debería ser otro objetivo común, ha creado nuevas tensiones. China no ha podido abrir mercados clave y continúa restringiendo las exportaciones de materias primas estratégicas. Obama, desesperado por crear empleo, ha amenazado con duras medidas para aquellos países como China que suprimen su moneda para promover el comercio. Este es un tema popular entre sus potenciales rivales republicanos, a pesar de que las empresas y consumidores estadounidenses son los principales beneficiarios de la barata mano de obra china.
Segundo: las tensiones militares han vuelto. EE UU está devolviendo a sus tropas al Pacífico, donde China tiene disputas territoriales, aunque de bajo nivel, con casi todo el mundo. Pekín critica más abiertamente el intervencionismo estadounidense y rechaza condenar los abusos de los derechos humanos. Y, por último, está Xi, cuya acentuada personalidad -su mujer es una glamurosa cantante folk y su padre, un afamado revolucionario-puede ser beneficiosa para reducir el déficit de confianza entre China y Estados Unidos.