La tiranía de ser el primero de la fila
No es fácil bajar del podio, nadie quiere que le arrebaten el cinturón de campeón aunque tenga que perder un poco en cada una de las peleas. El mercado eólico mundial se ha convertido en una lucha sin cuartel en el que ya hay demasiados contendientes. Perdidos ya los años de bonanza en los que para recibir un pedido de turbinas eólicas había lista de espera de varios meses, los fabricantes se han multiplicado y la crisis ha reducido el mercado de instalación. Ya no se vende todo, ni de cualquier modo, ni a cualquier precio.
El primer fabricante mundial, Vestas, sufre en sus cuentas este efecto. Ha tenido problemas de planificación en la producción, retrasos en la entrega de pedidos por mal tiempo y por problemas de conexión a la red y un alza de sus costes de fabricación.
La dura lucha de Vestas se refleja en un pequeño dato. El margen ebit para 2011 es negativo, cae un 0,7%. Supone que la empresa está haciendo frente a una importante presión en los precios, por la gran competitividad de sus rivales, mientras pelea contra los costes de su producción. El resultado: recorte del 10% de su plantilla y pérdidas de 166 millones.
Es difícil competir sin mercado natural, volcado en la internacionalización (Dinamarca dejó de instalar parques eólicos en tierra hace ocho años y Alemania no tiene la pujanza de antaño), con costes europeos contra los cada vez mejores fabricantes chinos, que no solo cuentan con un mercado natural que pretende instalar más de 15.000 MW anuales, sino que fabrican tecnología más barata y, según fuentes sectoriales, "te financian la compra para que no tengas que acudir al banco".
Además, el poderoso mercado oriental no tiene que enfrentarse a las dudas sobre la viabilidad macroeconómica europea. La crisis financiera y la estabilidad de la UE hacen mella en todos los negocios, sobre todo si los posibles inversores vienen de fuera. En Vestas se hace al fin necesario un ajuste de capacidad, una reordenación de plantillas y fábricas y decrecimiento de los costes de la tecnología para mantener un podio que, a día de hoy, tiene los pies de barro.