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Tribuna
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Individualismo global

Hace dos semanas se celebró en la ciudad de Las Vegas, en Estados Unidos, la feria mundial de electrónica de consumo más importante del año, el CES (Consumer Electronic Show). Llevo muchos años asistiendo regularmente a esta feria y a otras similares, como el Cebit y el IFA, ambas en Alemania. La cobertura informativa de estos eventos se suele centrar en las novedades, tanto en tecnologías recién descubiertas como en los aparatos que usan esas tecnologías en beneficio del usuario. Como es natural, es el usuario quien decide lo que le beneficia, por lo que las propuestas del año 2011 han desaparecido en 2012. Así, por ejemplo, la tecnología 3D, que se presentó como un valor añadido definitorio a varios productos, en especial las televisiones, ha sido colocada por los consumidores en el lugar de las características opcionales esenciales. Un televisor debe tener esa opción, se espera que la tenga, no que lo defina.

Si nos alejamos un poco de los productos o tecnologías en concreto y hacemos un esfuerzo por intentar encontrar tendencias en los últimos cinco años veremos, en mi opinión, dos grandes tendencias, aparentemente contradictorias.

La primera tendencia es la utilización de las nuevas tecnologías para recibir, en una primera fase y luego emitir en la fase actual, información y datos con alcance planetario. Si hacemos memoria, lo primero fue la posibilidad del acceso en sí mismo: internet. En una segunda fase la mejora de ese acceso, en su aspecto de catálogo y búsqueda, desde los portales de entrada, tipo Terra o MSN en España, hasta los famosos algoritmos de Google, que dejan obsoletos los anteriores. También mejora en velocidad y portabilidad, encontrándonos en este momento en un punto muy cercano al destino final en la carretera que va desde el ordenador-otros dispositivos-teléfono-televisión a todas partes. Estamos en la parada televisión. En el CES se han presentado con gran fuerza las televisiones listas, es decir, con conexión a internet manejada con sistemas operativos accesibles a todos los humanos. Este final de la fase de recepción se yuxtapone al inicio de la era de la participación y la emisión. La posibilidad de participar en la creación de los propios datos y contenidos. Arranca con Youtube, se desarrolla con los blogs y despega con las redes sociales. Lo único que puede limitar esto son las regulaciones de los Estados-nación, como estamos viendo en estos días. La tecnología es posible y está disponible.

La segunda tendencia es la de individualizar esa experiencia global. La posibilidad de participar crea la necesidad o el deseo de singularizar esa participación. Un claro ejemplo de esta tendencia es el éxito arrollador de los auriculares. Primero, en su versión earset, casi ocultos en las orejas de los portadores de música en mp3. Hoy, desafiantes en grandes headsets o cascos en su traducción española, que ya vemos en muchas cabezas de los peatones con los que nos cruzamos en las calles de nuestras ciudades. Una especie de sombreros del siglo XXI.

El auricular individualiza la experiencia de escuchar y aísla al oyente de su entorno físico cercano. "¡Niño, quítate eso de la oreja y haz caso a tu madre!". El niño del ejemplo puede estar aislado de su estupenda familia en el merendero de la comida de los domingos y, al mismo tiempo, estar escuchando una emisora de música country de la ciudad de Phoenix, en el Estado de Arizona, o hablando y viendo a un amigo en Bolonia, que se ha ido allí con una beca Erasmus.

Personalizamos las fundas de nuestros móviles, las bolsas de nuestros portátiles, las camisetas y las alfombrillas del ratón. Individualizamos nuestra experiencia, creamos nuestra página del Facebook y/o Tuenti, ponemos fotos, compartimos música, escuchamos en solitario y aislados nuestras canciones, vemos nuestras películas favoritas o jugamos con nuestros cascos conectados con nuestros amigos, pero aislados de nuestro entorno inmediato.

Detrás de esta aparente contradicción entre lo global y lo particular hay un deseo universal por ser uno mismo y poder decidir entre la gama más amplia de opciones. El acceso universal a la información permite luego poder optar en base a ella. La conexión intercontinental de voz, datos y vídeo permite elegir con quién queremos estar sin la limitación del transporte físico.

Estas posibilidades no sustituyen a las opciones anteriores. Podemos seguir yendo al Gran Arrecife de Coral en Australia, tocarlo y olerlo. Pero mientras vamos, podemos verlo en nuestra smart TV y escuchar una música adecuada con nuestros cascos puestos.

Una de las características de las nuevas televisiones presentadas en el CES es la del reconocimiento facial. La televisión sabe quien está enfrente y personaliza el contenido. Esto da mucho de sí. Por ejemplo, qué haríamos si estamos acostados y desde el salón oímos a nuestra televisión decir: "Lo siento, debe quitarse el pasamontañas para poder acceder a su menú…".

Carlos Rosales. Director general de Nostromo

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