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Columna
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Consultoría, talento y empleo

La disminución del déficit público es condición necesaria, pero no suficiente, para retomar la senda de crecimiento de nuestro país. Con los recortes, necesariamente, la actividad económica decaerá en primera instancia, lo que cebará a corto el ciclo recesivo. El Gobierno tendrá que adoptar medidas en paralelo para animar la actividad. Ya ha anunciado reformas estructurales fundamentales, como la laboral y la del sistema financiero. Pero aún podría ir más allá, impulsando sectores estratégicos que permitan generar actividad al tiempo que cimientan la España del futuro. Un teórico afirmaría que dado que las políticas de demanda se contraen, no nos queda otro remedio que potenciar las políticas de oferta. O sea, que tenemos que ingeniárnosla para que los sectores productivos más dinámicos y menos dependientes del mercado local puedan desarrollarse y actuar de locomotora. Desde hace muchos años, las políticas de oferta cayeron en desuso, solo preocupados por la demanda keynesiana. Ha llegado la hora de regresar a alguno de los fundamentos básicos de la economía: para sobrevivir hay que vender y para ello debemos crear las condiciones que permitan florecer a sectores competitivos y de vanguardia.

Algunos sectores tradicionales en los que somos muy competitivos, como turismo, agroindustria, ingeniería y construcción, pueden crecer más allá de nuestras fronteras. Pero quisiera detenerme en uno de los sectores más dinámicos de nuestra sociedad, la consultoría que, en sus diversas expresiones -estratégica, de organización y proceso o tecnológica en un sentido amplio-, emplea a más de 120.000 personas y ha logrado hasta ahora sortear -con mucho esfuerzo- la temida destrucción de empleo. Incluso estos años de crisis feroz ha podido crear empleo gracias a su creatividad, capacidad de adaptación y crecimiento exterior.

El futuro de la economía española solo puede conjugarse con las palabras productividad, eficiencia, valor añadido y competitividad. No podemos plantearnos un futuro de salarios misérrimos y de escaso valor. Y para conseguirlo, precisamos incorporar valor y saber utilizar nuestra materia prima más valiosa, el talento. Y ambas cuestiones son los pilares esenciales de la consultoría. La consultoría se basa en el talento y persigue la mejora de la productividad y competitividad en organizaciones y procedimientos. En España tenemos personas con el suficiente talento y formación como para competir en la primera línea de los países más avanzados. Nuestras empresas consultoras gestionan, por citar algunas prácticas líderes, todos los sistemas informáticos de los Juegos Olímpicos desde hace años, o la mayor cuota del mercado en tecnología de control del tráfico aéreo, o los más eficaces programas de gestión para la banca comercial. Son ejemplos que demuestran cómo, si se aúnan altura de miras, alianzas estratégicas, empresas líderes y talento, se puede competir con éxito en este mundo globalizado. La consultoría española ha demostrado que puede desarrollarse en un mundo abierto. Pero aún podría ir mucho más allá y convertirse en un motor de desarrollo cualificado. Y para ello no precisa de ayudas públicas, aunque sí de complicidad y alianzas estratégicas con los poderes públicos.

La consultoría española también ha apoyado eficazmente a muchas empresas españolas a su internacionalización. La inversión en consultoría se traslada al empleo en un 70%, puesto que se trata de un sector intensivo en mano de obra. El sector contrata cada año a miles de jóvenes a los que forma tanto en conocimientos como en disciplina y rigor en el trabajo. De hecho, un porcentaje elevado de los cuadros medios y superiores de las grandes compañías trabajaron durante un tiempo en empresas consultoras, lo que las convierte en la mayor cantera para el empleo cualificado y una prolongación natural de la misión formativa de las universidades.

Entramos en un periodo en el que tendremos que redefinir nuestra estructura institucional, hija de una visión de los años setenta del pasado siglo, pero alejada de los requerimientos de la sociedad actual. Los poderes públicos pueden encontrar en el sector de la consultoría un socio estratégico para optimizar nuestro entramado público, y para introducir eficiencia, permitir ahorro y conseguir una mejor calidad de los servicios públicos percibidos por los ciudadanos. El Gobierno debe ser ambicioso en estas cuestiones y aspirar a una transformación que nos permitiera situarnos entre los países líderes de la sociedad del conocimiento. Ello redundaría en beneficio de todos los españoles, al tiempo que permitiría desarrollar en nuestro país un conocimiento y una tecnología que se podría exportar a otras zonas del mundo. Los países más avanzados han utilizado esta palanca de modernización y de consolidación de un sector estratégico para adentrarse en el futuro. Sin duda alguna, la consultoría es una palanca de talento para crear riqueza y empleo.

Manuel Pimentel

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