Iberia, el Sepla y el rumbo a ninguna parte
Las relaciones entre los pilotos y las líneas aéreas para las que trabajan nunca han sido fáciles. Pese a disfrutar de condiciones laborales generalmente envidiables, compañías de los cinco continentes han tenido en uno u otro momento conflictos con un colectivo que en ocasiones las ha llevado al borde del abismo. En ciertos momentos y ciertas aerolíneas, los pilotos han llegado a parecer una casta que, lejos de colaborar al desarrollo de las empresas que les pagan, vive en un mundo aparte de privilegios a veces increíble. Cuando esas condiciones, muchas de ellas inexplicablemente poco conocidas por los usuarios, se comparan con los ajustes que la crisis está exigiendo a prácticamente todos los colectivos, el contraste se hace escandalosamente más llamativo.
Sin embargo, esas condiciones de las que disfruta el colectivo de pilotos en algunas aerolíneas son el resultado de acuerdos con las empresas que, en algún periodo de su historia, incluso en ocasiones siendo de capital público, han proporcionado a los pilotos un estatus especial frente a colectivos equivalentes en otras empresas. A ello ha contribuido sin duda la importante fuerza negociadora que les concede su posición clave en la actividad.
Es posible que ese escenario de equilibrio inestable sea admisible en las empresas cuando la economía se muestra pujante y el modelo de negocio consolidado y sostenible. Pero estas son dos condiciones que en la actualidad se incumplen radicalmente. La crisis económica obliga a todos los colectivos laborales a arrimar el hombro. Y si a esta se une un cambio de modelo de negocio como el que desde hace años atraviesa el transporte aéreo de viajeros, revolucionado desde la explosión de las low cost, la perdurabilidad de las compañías que no se adapten al nuevo escenario se pone en entredicho.
Esto tan sencillo no lo quieren ver los pilotos de Iberia. Desde su poderoso sindicato Sepla se tensa una y otra vez la cuerda negociadora con la compañía, se presiona con trabajos a reglamento y huelgas de brazos caídos difícilmente demostrables y se pone a la empresa y su futuro en cuestión, lo que no hace sino destacar la falta de una ley de huelga eficaz en España. En esa línea, el Sepla se opone a que Iberia cree la filial Iberia Express para vuelos de corto y medio radio a precios más competitivos, ya que hoy son seriamente deficitarios. Aseguran que se vulnera su convenio colectivo y ya han iniciado un calendario de huelgas cuyo coste Iberia no se atreve a cuantificar. Paralelamente, trabajadores de tierra y tripulantes de cabina de pasajeros (TCP) plantean movilizaciones para ampliar en varios años sus garantías de empleo. Así las cosas, el rumbo que está tomando Iberia es, como ayer dijo su consejero delegado, el de una compañía "inmanejable". Un panorama poco tranquilizador para unos usuarios con cuya paciencia se juega demasiado.