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Secretos de despacho

Una guarida para el sello Subterfuge

Carlos Galán dirige la discográfica independiente desde 1993.

Como el pueblo galo que se resistió a la invasión romana, la pequeña discográfica Subterfuge sobrevive a las multinacionales, a internet y a toda recesión que haya pasado por delante. "¡Llevamos tanto tiempo de crisis en el sector! Muchos años buscando el camino", reconoce Carlos Galán (Madrid, 1968), fundador de Subterfuge Records. "Se ha acabado la cultura del pelotazo, ya no te forras con ningún disco", asegura de forma crítica hacia aquellos que han buscado el éxito rápido. "Ahora cuesta más sacar adelante a un artista. Nosotros somos de los pocos que hemos sobrevivido en los últimos 10 años".

Y sabe de lo que habla. æpermil;l también conoce la fama. En 1993 editó el disco de Australian Blonde, un triunfo gracias a la banda sonora de la película Historias del Kronen. Después llegó Dover, en 1997, con más de 700.000 copias vendidas. "Conseguimos sobrevivir al éxito. Nos podíamos haber vuelto locos, ya que empezaron a desfilar por aquí multinacionales, gente que yo nunca había visto", recuerda. Aunque algún exceso si hicieron. "Nuestro punto de locura fue en 1999, cuando creamos Diablo Distribución. Estuvimos a punto de irnos a tomar por saco", ya que sabían poco del negocio de la distribución y el sector ya empezaba a cambiar debido a las descargas.

La compañía superviviente cuenta con apenas 10 empleados, en un piso céntrico de Madrid, en la calle Almirante, donde Galán tiene su guarida, un pequeño despacho muy particular, con decenas de figuritas y juguetes comprados en los chinos, chapas y carteles colgados por las paredes. Su anterior oficina, en la calle Augusto Figueroa, no está muy lejos, en pleno Chueca. Allí vivía y trabajaba.

Sus comienzos como empresario se remontan a finales de los ochenta. Desde los 14 años elaboraba un fanzine que empezó a vender con 20 años. "Mezclaba un hobby con mi profesión. Soy un músico, un director de cine y un dibujante de cómics frustrado. En la revista podía tocar todos esos temas". Reconoce que aquel no era un buen momento para comenzar con ninguna actividad. "Era la época de la posmovida. La gente estaba un poco harta excepto en Malasaña, donde aún se movía algo". Vendía su revista por los bares. Los primeros llegaron a tener una tirada de más de 6.000 copias. Hasta que apareció la oportunidad de profesionalizarse editando el disco de Australian Blonde.

Después llegaron grupos como Marlango o Fangoria. "Alaska, en los noventa, era un personaje bastante apagado. Pero conseguimos lanzar dos discos de éxito", relata. Hasta que inevitablemente todos estos grupos se fugaron a multinacionales y abandonan su primer sello indie. Una traición que duele: "Yo lo llevaba muy mal y me sentía muy herido", rememora. "En general, el trato se pierde con quien se ha ido, aunque con los años se recupera algo en lo personal". Actualmente cuenta con Carlos Jean, Corizonas o Vinila Von Bismark entre los artistas a los que produce.

Galán comienza su jornada con bikram yoga en un centro de la calle Barquillo. "Me ha cambiado la vida totalmente. Es un ejercicio regenerador de vida". Después, en su despachito, pasa muchas horas escuchando música. De hecho, durante la entrevista sigue sonando. "Tengo gente de confianza que me hace una selección. El nivel de los grupos de ahora es mejor. Hay una explosión bestial de creatividad", apunta, "porque existe más cultura musical, más acceso a la música y a los instrumentos y ya hay una generación anterior de grupos de los que aprender".

Actualmente, la compañía se ha diversificado en tres: discográfica, organizadora de eventos y consultora musical. Vende unas 60.000 copias al año, un 20% por internet. "Confío en lo digital, pero el resultado es lento", reconoce.

'Horror-pop vacui'

Galán define muy bien el estilo de su despacho: "Horror-pop vacui". Es decir, miedo al vacío rellenado con cultura pop. En las paredes queda poco espacio donde colgar una chincheta. Para algunos será un verdadero horror, para otros un museo pop y para el hijo de Galán, un lugar donde todo le gusta. Y es que la decoración está repleta de figuras de coleccionista en sus cajas y juguetes de todo a un euro. "Soy carne de rastro y de chinos", advierte. Describir cada descubrimiento llevaría una eternidad: una escobilla George Bush, una figura de Sadam Husein, una chapa del totus tuus con la que se recibió al Papa en 1982 o un megapóster de una película (de serie B) del director Jess Franco. Por supuesto, en las paredes de toda la oficina hay discos de oro y platino de sus grandes éxitos.La mesa es heredada del abuelo de un amigo y bajo su cristal protector guarda todo tipo de imágenes y pegatinas curiosas. Cuenta con un equipo de música con plato para vinilo y tiene también algún monopatín. En concreto, tiene cariño a uno que le acompaña desde hace más de 30 años. Ese que su hijo se quiere llevar.

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