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Columna
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Francia va de cabeza a la crisis

Francia se encamina a una grave crisis política y financiera que podría empequeñecer el gran susto italiano de 2011. Las elecciones casi simultáneas del próximo mayo para un nuevo presidente y Parlamento podrían ser la primera chispa de un gran incendio.

Ninguno de los dos principales candidatos presidenciales parece capaz o dispuesto para convencer a los franceses sobre la necesidad de grandes reformas. Pero aún ahora debe tomarse en serio la posibilidad de que se produzca un estancamiento político ocasionado por un Gobierno dividido. El escenario electoral más probable, según las encuestas de finales de año, es que el socialista François Hollande se haga con una victoria aplastante. Si lo hace, Francia tendría entonces un presidente sin experiencia previa en cuestiones ministeriales por primera vez en más de 50 años. El país deberá también cargar con un presidente que parece no tener la preparación para enfrentarse a los actuales problemas económicos mundiales.

Hollande no ha incluido ni una sola palabra sobre la crisis del euro en su programa electoral. Esto está en consonancia con el silencio que ha mantenido durante varios meses sobre el asunto y que se suma a las legítimas preocupaciones que plantea su candidatura en relación a la despreocupación de la izquierda sobre impuestos y gasto. Hollande no solo se verá en problemas a la hora de encontrar soluciones al lío del euro, también podría añadir los problemas de la economía francesa. Si, por otro lado, Nicolas Sarkozy, se la arregla para mantener el puesto, es más que probable que tenga que enfrentarse a un Parlamento dominado por socialistas. Así, tendría que nombrar a un primer ministro de la oposición que gobernara en todos los asuntos prácticos -excepto política exterior-. Esto supone la receta para el desastre en el contexto de la crisis del euro, donde la diplomacia y las finanzas no pueden ir por separado.

Sume esto al probable impacto de una recesión en las finanzas francesas, la rebaja de la calificación crediticia y el hecho de que tanto la izquierda como la derecha están envueltas en una serie de escándalos por corrupción. En poco tiempo, Francia podría verse como la Italia de Berlusconi, y sin bunga-bunga.

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