El BCE busca su papel en plena crisis de adolescencia
El emisor se debate entre sus ancestros alemanes y la tentación de convertirse en el bastión del euro
La adolescencia suele marcar la ruptura con la autoridad de los mayores y la búsqueda de la propia identidad. En esa fase parece encontrarse el Banco Central Europeo, que cumplirá sus 14 años (mayo de 2012) en medio de una crisis que ha sacudido sus cimientos y le ha obligado a situarse en la primera línea de fuego para salvar al euro.
En los últimos 18 meses, el BCE ha pasado de ser el niño bien criado del Bundesbank (el Banco Nacional alemán) a convertirse en un volcán que escapa al control de sus ancestros.
La transformación en marcha ha provocado la dimisión en el Consejo de Gobierno del emisor de los dos representantes alemanes (el presidente del Bundesbank, Axel Weber, y el economista jefe del BCE, Jürgen Stark). Y Berlín observa con creciente inquietud a un adolescente que no parece conformarse con sus limitadas atribuciones y que coquetea con peligrosas amistades en París.
Francia quiere liberar definitivamente al BCE de la tutela del Bundesbank y convertirlo en una autoridad monetaria con plena capacidad de intervención.
En mayo de 2010, para indignación del banco alemán, el entonces presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, salió por primera vez de compras en el mercado de deuda soberana para aliviar la presión sobre los bonos de Grecia, Irlanda y Portugal.
Las escapadas se han sucedido hasta incluir también la deuda de Italia y España, con un programa al que el BCE ya ha destinado más de 207.000 millones de euros a pesar de que el Tratado, en teoría, le prohíbe ayudar a la financiación de los socios de la Unión.
"Haciendo lo que se suponía que no debía hacer, el BCE ha sido el verdadero salvador del euro", asegura Josep Borrell, presidente del Instituto Universitario de Florencia, en su libro de conversaciones con el periodista Andreu Missé (La crisis del euro, de Atenas a Madrid).
El nuevo presidente del BCE, Mario Draghi (desde el 1 de noviembre), ha mantenido las compras, aunque ha advertido que el programa no puede ser ni ilimitado ni indefinido. El italiano prefiere experimentar con una fórmula más sofisticada de intervención, con ofertas de liquidez muy generosas a la banca privada con la esperanza de que las entidades reinviertan esos fondos en deuda pública.
La nueva estrategia de Draghi cuenta con el visto bueno de Berlín, donde se le considera "el más prusiano de los italianos que he conocido", según el presidente del grupo liberal en el Bundestag y hasta hace poco ministro de Economía alemán, Rainer Brüderle.
Pero Alemania no acaba de fiarse del resto del BCE, donde se sientan en igualdad de condiciones los bancos centrales de países con una calidad crediticia de triple A y los de países rescatados o en dificultades. "Una de las máximas prioridades de los políticos alemanes debe ser cambiar las normas que rigen la actuación de BCE", reclama una declaración suscrita por el instituto de estudios alemán IFO y ejecutivos de grandes compañías alemanas. Parece que algunos no soportan la mayoría de edad de la institución.
Prudencia en los tipos tras dos errores
El Banco Central Europeo entra en 2012 con los tipos de interés en el 1%, el mismo mínimo histórico que mantuvo durante casi dos años (entre mayo de 2009 y abril de 2011) para combatir la crisis financiera. Se prevé prudencia tras los errores cometidos desde el comienzo de la crisis. La pasada primavera, ante lo que interpretó como una incipiente recuperación, elevó los tipos en medio punto. Muchos analistas lo consideran un error comparable al que cometió en 2008, al endurecer la política monetaria en plena caída de la actividad económica.
España se juega su puesto en Fráncfort
España se jugará en los próximos meses la presencia en el Comité Ejecutivo del BCE, el poderoso sanedrín de seis miembros en el que ha contado con un representante desde la fundación del emisor. El mandato del actual, José Manuel González Páramo, concluye el próximo 31 de mayo. Y el Gobierno de Mariano Rajoy deberá negociar con habilidad si no quiere perder influencia en el órgano que una vez al mes fija los tipos de interés de los que dependen millones de hipotecas en el mercado español.En principio, ningún país tiene garantizada su presencia en el Comité Ejecutivo del BCE, donde no existen cuotas por nacionalidad. Pero Berlín sentó en 2004, precisamente con ocasión del nombramiento de González Páramo, el principio tácito de que las cuatro principales economías de la zona euro (Alemania, Francia, Italia y España) deben estar representadas permanentemente en Fráncfort. Esa norma no escrita sigue en teoría en vigor. Pero los países medianos y pequeños no ocultan su resquemor, sobre todo, porque el crédito de alguno de ellos (Holanda, Finlandia, Austria o Luxemburgo) disfruta de una triple A, calificación que Italia perdió hace más de una década y España a raíz de la crisis del euro. Berlín, París y Roma acaban de garantizarse el puesto durante ocho años con el nombramiento, respectivamente, de Jörg Asmussen, Benoît Coeuré y Mario Draghi.