Saber oriental y lujo en Sha Wellness Clinic
Alejandro Bataller vende por el mundo un concepto de 'resort' que mezcla salud y relax.
La jequesa de Catar, el magnate de la moda François-Henri Pinault, la primera dama rusa Svetlana Medvédev, la modelo Naomi Campbell, la cantante Kylie Minogue, el chef Ferran Adrià (justo después de cerrar elBulli), la actriz Elsa Pataki. Todos son nombres que han pasado una temporada de desconexión en Sha Wellness Clinic, un centro que mezcla el concepto de clínica y hotel-spa de altos vuelos.
Nada más llegar a la clínica se respira la paz. Silencio. Toallitas húmedas y un té oriental para recibir al cliente-paciente. Y siempre, la sonrisa, la amabilidad y la ayuda del personal con el que se trata. Es el estilo de este peculiar establecimiento erigido en Sierra Helada, pegado al mar, entre L'Alfàs del Pi y Altea (Alicante). "Hay otros centros así de exclusivos en el mundo, en Asia con un enfoque holístico y en Europa más centrados en la clínica, pero no hay nada que fusione los dos conceptos", asegura Alejandro Bataller (San Juan, Argentina, 1982), vicepresidente de la institución.
Todo está decorado en un estilo minimalista, con mucho blanco y cuidando el detalle. Por allí pasean empresarios y gente de alto poder adquisitivo que buscan adelgazar, relajarse o aprender a huir del estrés. En su mayoría son extranjeros, ingleses, alemanes, rusos, chinos o árabes, y un 30% de españoles.
"Fusionamos la medicina oriental y la occidental, buscamos resultados no solo a corto plazo, si no de cambios de hábitos, y ofrecemos disfrutar de un retiro de salud serio en un centro de altísimo nivel", resume. Eso significa pasar por la consulta médica, el entrenador personal, todo tipo de masajes y más de 100 terapias, además de acudir a la doctora de macrobiótica y seguir este tipo de dieta en el restaurante Shamadi (gestionado por el chef Pablo Montoro, discípulo de Ferran Adrià y de Martín Berasategui). El nombre "Sha", además de sonar bien, ya da pistas de lo que quiere ser el centro. En japonés significa luminosidad; en árabe, nobleza, y en hindú, exhalar el aire.
Bataller, sin haber cumplido los 30 años, pertenece a la segunda generación familiar de la empresa. La que está tomando el relevo y dando la cara. "A mí me ha tocado vender por el mundo este concepto. Algo nada fácil". Por eso, fuera de la época estival, pasa más tiempo de viaje que en casa. De hecho, concede esta entrevista recién llegado de Cannes, donde se ha celebrado una feria del lujo.
La historia de la clínica proviene de una enfermedad del padre y fundador. Argentinos de nacimiento, pero de origen familiar italiano y español, Alfredo Bataller, el padre, volvió a España en 1990, dejando su Argentina natal, donde el abuelo había sido ministro de Obras Públicas. Quería un cambio de rumbo para sus hijos y se dedicó al mundo inmobiliario. Pero siempre tuvo problemas del sistema digestivo. Incluso con algún diagnóstico preocupante. Su perenigraje por los médicos le llevó hasta la dieta macrobiótica, importada del saber oriental, con mucho cereal integral y escasa carne y pescado. "Yo era muy escéptico. Pero a mi padre le cambió la vida. Se recuperó", cuenta. Incluso él, de dieta rica en carne roja como buen argentino, se animó: "Yo también tenía migrañas que muchas veces me impedían trabajar. Nunca más he vuelto a tener", reconoce. Y practica yoga y meditación a diario.
El resort médico se levantó en el terreno de la casa donde habitaba la familia. "Todo el mundo pensaba que estábamos locos. Nos decían que nos íbamos a hundir, que una clínica así había que hacerla en Suiza", recuerda. En enero de 2009 abrió sus puertas. De momento, esperan llegar a un equilibrio económico el próximo año.
Dos de los tres hermanos ya están presentes en la gestión diaria. Y el otro empieza a dar los primeros pasos. Para regular la relación han elaborado un "protocolo familiar", relata, "donde se detallan los roles familiares y profesionales, respetando los espacios". Además, "pone por escrito los valores familiares que deben permanecer durante las siguientes generaciones". Al fin y al cabo, según Bataller, esta inversión no solo es económica: "Mi padre quería devolver a la sociedad algo de lo que había ganado con los proyectos inmobiliarios, y nada mejor que fusionar los avances médicos occidentales con la tradición oriental".
Las 150 personas que están empleadas en el Sha (se hicieron 6.000 entrevistas) también saben que trabajan en un lugar especial. El camarero del restaurante asesora a los comensales sobre la comida y les guía con pequeñas enseñanzas sobre este tipo de comida, o el entrenador aconseja en cada paso al paciente en un paseo matutino por la sierra. Y es que todos, incluidos los empleados de limpieza, pasan por cursos sobre terapias naturales y trato al cliente. Y todos deben seguir el Sha code, un código que recalca el servicio hacia los demás y el conocimiento del concepto oriental. Asimismo, cada día reciben por e-mail algunas recomendaciones con frases para reflexionar sobre la excelencia, la reeducación de los hábitos o el servicio.
Al fin y al cabo, quien paga este caro alojamiento quiere "un producto premium de paz, tranquilidad y cultura zen", y debe salir con "un cambio en la mentalidad" para mejorar física y emocionalmente.
Para continuar formando profesionales -actualmente cuentan con 30 nacionalidades diferentes en sus instalaciones, porque "buscamos a los mejores"-, van a lanzar un máster, en principio en la Universidad San Pablo CEU, según Bataller, enfocado en terapias orientales y protocolo.
El regalo del maestro
El centro tiene un padre espiritual. La familia buscó a Michio Kushi, gurú de la nutrición macrobiótica (sobre la que ha escrito más de 100 libros), para que apadrinase el proyecto. Alejando Bataller estuvo un mes viajando por el mundo con el maestro para aprender "una filosofía de vida". Tras ese viaje, regaló al joven discípulo unas bolas de acero que representan el yin y el yang, el equilibrio. Estas esferas descansan en un pie de madera sobre la mesa. El directivo juega con ellas cuando está estresado o "mientras pienso".No hay demasiados objetos personales en el despacho, que es pequeño y sencillo y que da a uno de los jardines de la clínica. Sobre la mesa, un iPad, una caja de tés. En la pared, un cuadro que le pintó su madre cuando era niño. En las estanterías hay muchas revistas donde han salido referencias sobre el Sha, incluidas las de algunos premios como mejor spa en Traveller, y dos fotos. Una de su esposa. Otra del maestro.