La calma regresa a Repsol
El anuncio de que Repsol adquirirá la mitad de la participación que Sacyr tiene en su accionariado ha llegado justo a tiempo para evitar una crisis empresarial de muy graves consecuencias para ambas compañías. A solo un día de que finalizase el plazo dado a la constructora para refinanciar la deuda que mantenía con sus acreedores bancarios, el cabo lanzado por Repsol no solo aleja un desastroso escenario de concurso de acreedores para Sacyr, sino que supone la vuelta a la calma en el seno de la petrolera, tras una etapa de dañina y desgastante inestabilidad accionarial y de gobernanza que era necesario cerrar cuanto antes.
La operación anunciada ayer devuelve a Repsol la mitad de la participación que Sacyr poseía en su accionariado, un paquete que la petrolera recompra con un descuento del 5% respecto a los precios de cierre del lunes, lo que supone un desembolso total de 2.572 millones de euros. La intención de Repsol no es financiar esa cantidad, sino colocar el paquete a un tercero en un plazo aproximado de dos meses. Para Sacyr, a quien se le agotaba el tiempo para encontrar una solución que la sacase del abismo, el acuerdo supone un balón de oxígeno de incalculable valor. Amenazada por sus acreedores bancarios con la ejecución del 20% que mantenía en Repsol si no lograba vender la mitad de la participación, había intentado sin éxito ofrecer el paquete a compañías como Sinopec, Lukoil o Essar. Con esta operación, tanto la constructora como la petrolera dejan atrás la amenaza de una tormenta inminente en forma de concurso de acreedores cuyo estallido -con una difícil coyuntura económica de fondo y un escenario político en España recién estrenado- habría dañado a las dos.
Auspiciado por una reciente reforma de la legislación mercantil, el anuncio de Repsol traerá réditos estratégicos para la compañía. Además de descartar el peligro de entrada de grupos accionariales no deseados y alejar el riesgo de una venta a la baja por parte de los acreedores bancarios, con la consiguiente penalización del valor en Bolsa, la nueva estructura accionarial -en la que La Caixa pasa a situarse como principal accionista- se adapta considerablemente mejor al perfil natural de la petrolera. A todo ello hay que sumar el hecho de que la operación hecha pública ayer oscurece aún más el incierto futuro de Pemex como accionista de Repsol, cuyo pacto parasocial con Sacyr -que dio origen a la batalla que ahora concluye- la constructora daba ayer por finiquitado. Se abre de esta forma una nueva etapa de estabilidad tanto en el ámbito accionarial como en el de la gestión de Repsol, una de las grandes enseñas del tejido empresarial español, tras un periodo conflictivo de cuyo final no cabe más que congratularse.