Ahora llega acelerando
Anunciar como primera medida concreta en un discurso de investidura que, en dos semanas, se actualizará el poder adquisitivo a los pensionistas es como dar una larga cambiada a porta gayola en busca del aplauso..., pero sin toro. Remachar que será la única partida de gasto que modificará al alza y que todas las otras son susceptibles de una "reducción a la baja" es, además de redundante, recrearse en la suerte. A pesar de que su equipo de comunicación merezca un notable por lanzar esta idea cuando todos esperaban ver ya las cuchillas de la podadora, mal hará el virtual presidente si empieza gobernando para la grada.
No es eso lo que hace pensar el ambicioso listado de deberes que se ha puesto, y ha marcado a los demás, Mariano Rajoy. Más de un profeta se vio sorprendido ayer cuando le faltaban folios para apuntar la cascada de planes. Entre ellos ciertos toques de recentralización a la federal que, bien llevados, pueden solucionar clamorosas ineficiencias. Los 30 folios del discurso de investidura no son ningún cambio de rumbo radical a los últimos semestres del Gobierno Zapatero, pero la era Rajoy comienza con una diferencia sustantiva: sale apretando el acelerador. Esa es la clave: plazos cortos y precisos para las reformas. Estaremos atentos a su cumplimiento.
Las dos directrices básicas que ha enunciado Rajoy son suscribibles por el más crítico. ¿O alguien se opone a "estimular el crecimiento y potenciar la creación de empleo", y a "asegurar la plaza que corresponderá a España y a los españoles en el mundo que surja de esta crisis y que no será ya el que hemos conocido hasta ahora"? Otra cosa es cómo se haga.
Menú largo
La previsibilidad es una virtud en la economía, y un don en un gobernante. De ahí que sea muy de agradecer en quien además critica la inflación normativa. Pero la incógnita sobre de dónde y cómo van a aparecer esos 16.500 millones de déficit que, como poco, hay que afrontar -y van a ser más- sigue sin despejarse. Tras un mes de silencio y contactos, Rajoy ha lanzado un menú largo de proyectos para "mirar más lejos y más alto (...) los próximos 20 años" con el que, en general, no es difícil coincidir. Desde la urgente reforma laboral (en tres meses), hasta la reestructuración del sistema financiero (en seis), pasando por recortes y más eficacia con menos duplicidades en la Administración y más facilidades para las empresas, además de mejoras en el sector energético, la sanidad, la educación, la justicia... ¡Pues claro! Faltaría más.
El empleo es el primer objetivo electoral de Rajoy, justo que lo sea de su mandato porque es la mejor cohesión social ("cuando se crea empleo crece la libertad", dice). Igual deben ser las ideas de urgencia, austeridad, transparencia y diálogo prometidos. La clave es que lo entiendan todos en el nuevo Ejecutivo y el PP. Rajoy llega acelerando en los tiempos y con medicinas de amplio espectro. Es deseable que evite volantazos y no recete placebos, porque la gente no se los tragará. Los ciudadanos ya han puesto mucho de su parte al esperar unos planes, la mayoría aún por concretar, que llegan después y no antes de concederle el voto.