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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una nueva eurozona en la que es necesario estar

El eje franco-alemán puso ayer de forma conjunta la primera piedra tangible de lo que podría constituir la nueva Europa del euro. Tras la reunión bilateral mantenida en París, Angela Merkel y Nicolas Sarkozy desvelaron las líneas maestras del plan de reforma urgente del Tratado de la UE que defenderán juntos en la cumbre europea a finales de esta semana en Bruselas. El objetivo de Alemania y Francia es que antes del próximo mes de marzo el club del euro cuente con unas nuevas -y mucho más rigurosas- reglas de juego, marcadas por una férrea disciplina fiscal y capaces de dejar atrás de una vez por todas la persistente desconfianza de los mercados financieros hacia la deuda soberana. Tanto el presidente francés como la canciller alemana lanzaban ayer un claro aviso respecto a la firmeza con la que afrontan este reto, al recordar que el hecho de que la reforma no cuente con el apoyo de los 27 Estados miembros de la UE no condicionará ni su puesta en marcha ni su futuro. No en vano, la gravedad de la crisis que asuela Europa hace obligado que solo disfruten el derecho de admisión al club aquellos países que se comprometan seriamente a aceptar las nuevas normas, así como evitar que los que no lo hagan impidan avanzar al resto.

El corazón de la propuesta franco-alemana se ha forjado a golpe de consenso. Mientras París ha aceptado finalmente el endurecimiento del control fiscal sobre los Estados miembros con la imposición de sanciones automáticas para aquellos que incumplan los objetivos de déficit, Berlín ha dado marcha atrás en su intención de obligar al sector privado a participar en hipotéticos rescates de economías en problemas. Ello supone relegar al olvido las denominadas cláusulas de acción colectiva en las emisiones de bonos, una figura que sembraba la desconfianza sobre la capacidad de reembolso de los Estados al advertir a los inversores de un posible riesgo de impago.

Con ambas novedades, pero especialmente con esta última, Francia y Alemania se comprometen por fin de forma efectiva a recuperar la credibilidad de la deuda pública europea. La propuesta de reforma que ambos han diseñado supone traducir a los hechos el importante mensaje de que si bien es cierto que Grecia forma parte de Europa, también lo es que Europa no es únicamente Grecia y que lo ocurrido en Atenas, que ha llevado a condonar parte de su deuda, constituye una excepción y, como tal, no se repetirá. Con la renuncia a su intención de cargar a los inversores privados con el riesgo de un rescate, Alemania parece haber entendido finalmente la necesidad de poner fin a la paradoja de que sean precisamente algunas de las economías más ricas del planeta las que se hayan convertido en el blanco sistemático de ataques de los mercados. La decisión de liberar la deuda soberana del estigma de riesgo de impago podría lograr lo que no han conseguido los discursos institucionales y las cumbres europeas a lo largo de los últimos meses: convertir de nuevo los bonos de la zona euro en activos de escaso riesgo y descargar a las economías más vulnerables del insoportable peso de una financiación a coste desorbitado.

El reajuste de Europa acordado por Merkel y Sarkozy incluye un cambio radical de la exigente regla de mayorías que ha limitado hasta el momento la capacidad ejecutiva de Bruselas. París y Berlín abogan por reforzar el poder sancionador de la Comisión Europea, que solo podrá ser vetado por una mayoría cualificada de Estados. Al mismo tiempo apuestan por adelantar a 2012 la puesta en marcha del fondo de rescate permanente y someter las decisiones sobre este a mayoría cualificada, en lugar de a la unanimidad actual. Todo ello supone eliminar una de las grandes lacras que obstaculizan la gobernanza europea e inaugurar una etapa de mayor eficiencia y flexibilidad. Un nuevo capítulo en la historia de la Unión Monetaria del que resulta imprescindible formar parte y que sin duda alguna determinará el futuro de las economías europeas.

Así lo ha entendido acertadamente el futuro presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, quien ayer se comprometió públicamente a que España se sume desde el principio "y en primera línea" a este futuro tratado de armonización fiscal y presupuestario. Una apuesta tan ambiciosa y exigente como imprescindible y necesaria.

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