Alemania, Francia y el papel del BCE
Todo el mundo parece ser banquero central de la eurozona estos días. Mario Draghi, nuevo presidente del BCE, está siendo bombardeado con consejos sobre cómo librar al mundo de su miseria. Los funcionarios del Gobierno francés se han unido al coro e insisten en que el BCE debería ser "parte de la solución" en la crisis del euro. Hasta ahora, el BCE se aferra a su línea tradicional -los Gobiernos deben solucionar el lío que han creado-. Esto no quiere decir que vaya a colisionar con Francia. Incluso podría estar gestándose un acuerdo.
Draghi no tiene prisa por seguir la nueva moda pasajera del mercado -flexibilización cuantitativa: compra indiscriminada de bonos de la eurozona-. Si el objetivo es luchar contra la recesión, la compra de bonos no es una prioridad. El BCE tiene aún munición monetaria convencional; puede recortar su tasa de interés desde el actual 1,25%. Si el objetivo es frenar el pánico vinculado al euro y evitar el caos del mercado, el BCE ya está comprando bonos españoles e italianos. Así que la única cuestión es si debería anunciar formalmente que el programa será más sistemático y respaldado con recursos ilimitados del banco.
La vacilación del BCE es buena para mantener la presión sobre los Gobiernos y hacer que las reformas económicas sean creíbles. Esperará a signos tangibles de compromisos creíbles, o incluso a un pánico aún mayor de los inversores antes de actuar con más fuerza. Pero cuando llegue el momento de actuar, no es probable que la reticencia o la explícita oposición del Bundesbank paren al BCE.
Al igual que el BCE, tanto París como Berlín quieren salvar los planes de refuerzo del fondo de rescate de la eurozona. Y Angela Merkel tiene mucho interés en garantizar mayor disciplina fiscal consagrada en el Tratado de la UE. Si los franceses se alinean con ella para exigir reglas más estrictas, se podría persuadir a Merkel para mantenerse en silencio, siempre y cuando el BCE trate de evitar que la crisis se convierta en pesadilla.
Por Pierre Briançon